Novelando casos / Amor, traición y muerte

Por Carina Sicardi / Psicóloga / casicardi@hotmail.com


A España la conocí cuando su vida ya empezaba a transitar el ocaso. Quizás presintiendo esto, quería contar su historia. Era una mujer fuerte… Madre, padre, abuela, trabajadora…
Se casó en los años ‘60, como una señorita bien, con Jorge, un muchacho del barrio, galán, trabajador y,  por las noches, cantante de tango.
Tuvieron dos hijos, Alberto y Sonia, el tercero –Marcelo- llegaría 12 años después para intentar retener ese matrimonio que comenzaba a caer irrefrenablemente como una catarata… En el intento, perdió un bebé al que lloraría hasta sus últimos días y lo vería correr a su alrededor en el delirio previo a la muerte.
¿Qué o quién era lo que alejaba a SU Jorge? ¿Quién era ahora la protagonista de su tango arrabalero? Su hija Sonia le confesó, con dolor y vergüenza, que sabía esa respuesta, que los vio acariciarse a escondidas; pero España no le creyó, no podía… no quería. Porque ni en la más horrible de su pesadillas cabía tanta crueldad. Es que la otra mujer, era Rosa, la esposa de su propio hermano Pedro y madre de su amada sobrina Rita.
Cuando se empiezan a poner palabras, el secreto deja de serlo y al  fin, el misterio sale a la luz.
Subsumida en la más dolorosa traición, no pudiendo soportarla y viendo que ello llevaba a la destrucción de su amada familia, buscó a su cuñada Rosa para eliminarla, no consiguiéndolo… nunca.
Los rumores indicaban que Rosa se había hecho un aborto de Jorge, lo cual despertó la más grande ira. No sabía si lo doloroso era que tuvo un su vientre al hijo de su marido o que haya terminado con la vida de un inocente.
Los años pasaron aunque España nunca dejó de llamarlo “mi marido”, pese a haber tramitado sola su divorcio, algo heroico en esa época. Estudió para ser modista y peluquera y así sacó adelante a su familia. Alberto dejó la escuela a los 14 años para ayudar económicamente al hogar.
A las reuniones familiares acudían ambos; Jorge siempre solo, Rosa permanecería hasta el final en la clandestinidad.
España tuvo varias relaciones, pero ninguna como la de su marido.
Peor suerte tuvo Pedro, quien nunca más vio a su hija Rita, formó pareja con una mujer perversa y detestable y solos vivieron hasta el último de sus días en un total abandono; los salvó la caridad de España, quien pese a no haberle hablado nunca en tantos años, se acercó para asistirlos hasta su muerte.
Su hija Sonia se fue a los 18 años a vivir a Rosario, se recibió y trabajó siempre de su profesión. Marcelo también se fue a los 18, vive en Villa Constitución, formó una gran familia. Siempre visitaban a su madre.
Alberto, su fiel compañía durante los peores años de soledad y pobreza, se iría finalmente a trabajar a Italia, para darle un futuro mejor a sus 3 hijos.
España volvió a casarse a los 60 años, con un hombre soltero, tímido y amoroso: Ricardo. Al fin empezó una linda vida, tranquila y en compañía. Pero, eso no tardó en desvanecerse… Pocos años después Ricardo fallecía una noche, repentinamente. Así comienza el triste final… España ya no tiene problemas económicos, Ricardo le dejó una casa, su pensión y una renta para vivir… Pero España quería un marido, un compañero, un amor…
Las malas nuevas no tardaron en llegar a su ex marido Jorge, quien quiso ocupar el lugar vacío. Aunque ya era tarde…
Los años pasaban y la tristeza parecía cada vez más viva. La lejanía de su hijo, el que vivía en Italia, la partía de dolor, quizás por eso cada vez que lo llamaba le preguntaba cuándo volvería...
España enfermó gravemente. Alberto llegó tarde... La que lo esperaba ya no era ni la sombra de su madre. Se reivindicó sin embargo, pasó dos meses durmiendo en una silla de hospital acompañándola amorosamente.
Pero no fue el único en reivindicarse. Su ex marido, Jorge, a pesar de los años que habían pasado y de seguir en pareja con Rosa, la iba a visitar siempre.
España falleció un domingo frío y triste de julio, en su cama, tal como lo había querido. A su alrededor al fin sus tres hijos, sus siete nietos, y su ex marido. Todos juntos… pero tarde.


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