Por Marina Ré / maluz1989@hotmail.com
El mes pasado
algunos medios (sólo algunos, porque es mejor no hablar de ciertas cosas),
«destaparon la olla» sacando a la luz la poco grata noticia de que Argentina
encabeza el Ranking Regional de Obesidad Infantil. El Ministerio de Salud de la
Nación dice que, el 35% de la población entre 5 y 15 años tiene sobrepeso y
obesidad. Particularmente (y creo que muchos van a coincidir), pienso que esto
pasa por la respon-sabilidad de cada uno a la hora de comer y darle de comer a
nuestros hijos. La verdad que a la hora de «calmar a las fieras» antes de la
cena o al organizar la comida que vamos a ofrecer a nuestros invitados en un
cumple, lo primero que se nos ocurre es comprar una cantidad exagerada:
chizitos, palitos, papitas, rueditas, pizines, todo en tamaño XXL; agregamos
pizzas y sándwiches; y para bajar semejante cantidad de grasas, la infaltable y
famosa bebida cola. Debo confesar que, aunque de un tiempo a esta parte trato
que mi hija Vera no los consuma, varias veces lo hizo. Es que parece normal que
in-gieran estos productos con bajo contenido proteico y alta con-centración de
sodio y azúcar.
Para
interiorizarme en el tema, consulté con otras mamás del Jardín donde va mi hija
(a quienes agradezco su predisposición para charlar), y la gran mayoría coincide
en que pre-fieren no darle este tipo de alimentos a sus hijos, aunque muchas
veces les cuesta mane-jarlo a la hora de asistir por ejemplo a los mencionados
cumpleaños infantiles en donde los alimentos ultra procesados forman parte del
plato principal. También les consulté acerca de qué opinaban sobre llevarlos a
comer a lugares como el famoso de la cajita feliz o darles gaseosas, y sus
respuestas concluyeron en un NO generalizado, prefieren que beban agua o jugos
y que las hamburguesas sean hechas en casa, lejos de las que nos venden por
tele, cuyas imágenes perfectas y apetitosas llevan largas jornadas de
photoshop, si hasta se realizan castings para ver cuál queda mejor en la foto.
En el caso de las gaseosas, la preferida por muchos chicos, además de contener
cafeína en altas dosis, tiene 55 mg de sal por lata y se la señala como la
mayor responsable de la obesidad (entre otras cosas) por incorporar según el
tamaño del vaso, entre 500 y 1000 calorías.
Además de indagar
sobre este tema con las madres, recurrí a un libro que recomiendo, no tiene
desperdicio alguno: Malcomidos. En él, su autora, Soledad Barruti
(periodista especialista en alimentación y escritora), cita una clasificación
que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) presentó para identificar
qué deberíamos comer y qué no. «Los recomendados son alimentos mínimamente
procesados o sin procesar. Frutas, frutas secas, budines, galletas caseras y el
pochoclo que también es una buena opción ya que se hace en 5' y es más barato
que los snacks, y para tomar agua o bebidas mínimamente endulzadas. Los NO
recomendados son los ultra procesados: productos con gran cantidad de azúcar,
aceites, sal, disfrazados con aditivos que nadie tiene en la alacena:
colorantes, saborizantes, conservantes».
Ahora bien,
supongamos que uno cambia la forma de alimentar a sus hijos, trata de seguir
estas recomendaciones, incorpora más frutas y verduras, y la bebida cola la usa
solamente para aflojar tornillos, ¿qué pasa con los kioscos en las escuelas
donde muchos chicos compran su merienda? Algunos sólo ofrecen facturas, otros
todo tipo de golosinas. Aunque exista una Ley
(la N° 26.396)
que declara de interés nacional la prevención y control de los trastornos
alimentarios, sancionada en 2008 y que incorporó un artículo que incluía a los
establecimientos escolares para integrar alimentación saludable y variada, la
misma aún no fue reglamentada por lo cual, no es operativa.
¿Qué salida nos
queda entonces? Empezar con el ejemplo desde casa. Tomar conciencia por nuestra
cuenta. Animarnos a cambiar los malos hábitos.
Y ustedes en
casa, ¿qué comen?
¿Qué merienda eligen para sus hijos?
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