Haciendo foco


Mujeres sembrando educación

Son mujeres organizadas que luchan por los derechos de la mujer y por la soberanía alimentaria. Atravesadas por la crisis del 2001, frente al clientelismo y la escasez, gestaron una granja agroecológica para producir y garantizar alimentos. Apuestan al trabajo en red, a la autogestión y a la capacitación. Se denominan Colectivo de Mujeres “La Verdecitay acaban de inaugurar la primera escuela agroecológica de Santa Fe.

EVA, Escuela Vocacional de Agroecología, es el nombre elegido para el proyecto educativo que hace más de un año y medio se viene gestando desde el Colectivo de Mujeres La Verdecita. EVA surge frente a la necesidad de construir un lugar de resistencia civil, no sólo al modelo agrícola sino también al capitalismo y se nutre de los distintos ámbitos de intercambios de saberes que esta organización fue promoviendo desde su gestación en el 2001. Entre ellos se pueden mencionar, los tres Encuentros Latinoamericanos de mujeres rurales y urbanas por la Soberanía Alimentaria, la Cátedra Abierta y Permanente: Mujeres y Economía -que se sostuvo durante el 2009-, y diferentes talleres organizados tanto en su sede –una granja agroecológica en el norte de la ciudad de Santa Fe- como en diferentes lugares del país.
Según Virginia Liponezky, integrante de la organización, EVA se conforma como respuesta a la falta de un espacio de intercambio más estructurado, que brinde herramientas a los pequeños productores y productoras que habitan en nuestra provincia. En este sentido, uno de los caminos posibles para lograr un cambio es la agroecología, porque  se trata de “pensar desde otro paradigma, no como una forma alternativa de producir, es otro paradigma de pensamiento, es pensar a la agricultura, a la producción, a la relación de las personas con la naturaleza desde otro punto de vista totalmente diferente y que va contra los principios del capitalismo, que convierten en ‘cosa’ a los seres vivientes, desde las personas hasta el suelo -que también es un elemento vivo-, cosifican todo. Cosifican, fraccionan y hacen uso, teniendo como fin último la ganancia”, opinó una de las fundadoras de EVA.
La escuela tiene dos objetivos principales. El primero de ellos consiste en la transferencia de saberes en prácticas agroecológicas.  El Colectivo prefiere llamarlas “Herramientas para hacer y pensar”, explicó Liponezky: “No es fácil traspasar de una forma a otra de agricultura y la mayoría de los productores utilizan una agricultura hegemónica, donde a ellos se les vende un paquete compuesto de semillas híbridas, funguicidas, herbicidas y fertilizantes; todo esto genera una dependencia del mercado y todo se utiliza para producir comida. Son más que nada productores de lo que se vende en una verdulería. Pensar cómo hacer ese traspaso hacia una agricultura agroecológica va a ser difícil porque es muy fuerte la cultura y la costumbre”. Para el dictado de clases, La Verdecita convocó a diferentes especialistas en los temas que incluye el programa y la parte práctica del cursado se realiza en el predio de la organización.
El segundo objetivo propuesto es brindar herramientas de asociativismo y gestión cooperativa que les permitan a los productores y productoras potenciar su fuerza colectiva. “Es necesario profundizar más el asociativismo como forma de trabajo, de producción y de construcción; el cooperativismo y, también, adquirir un conocimiento fuerte en los resortes del estado, dónde se pueden gestionar recursos y qué derechos tienen ellos en la economía de esos recursos”, comentó la integrante del colectivo.
Y por último, la meta de más largo alcance, es generar un lugar donde se pueda investigar, construir conocimiento e intercambiarlo con los docentes que vayan participando de la escuela. Según la propia descripción de Liponezky: “Un lugar donde estudiantes o personas que realizan un trabajo intelectual para el cambio, tengan un asidero y puedan estudiarlo a través de esto. Se tiene que volver a hablar de la distribución y tenencia de la tierra, lo que es ser dueño y ver cómo serlo”. Esta preocupación se profundiza al considerar la situación que atraviesan los quinteros del cordón frutihortícola de la ciudad de Santa Fe, donde la gran mayoría arrienda entre 1 y 4 hectáreas de tierra. “Si a los quinteros el día de mañana les dejan de alquilar la tierra, no es igual que en un laburo de la construcción que te buscás otra changa; les sacan la tierra, les sacan su vida, porque además de trabajar ahí, viven ahí, viven de esa forma. Adónde van a ir, ¿a una villa?, ¿a hacer changas? Hay que volver a pensar en otra distribución de la tierra, es imprescindible y también es muy difícil, hay mucha concentración de tierra acá y de eso no se habla”, manifestó una de las impulsoras de la escuela. Y a modo de síntesis, agregó: “La idea es embarcarnos en esto, que recién empezó pero que apunta a la necesidad urgente de producir relacionándonos con la naturaleza de otra forma y de consumir otros alimentos”.
Las clases son presenciales y se dictan dos veces al mes, los días sábados. En cuanto a los requisitos para ingresar a la escuela señaló: “La mayoría de los asistentes no tienen estudios por eso no se pide ningún tipo de estudios previos, sí la asistencia, asumir el compromiso. El cupo, este año, ya se cerró porque la idea es que sea un grupo delimitado y sobre todo que sean los productores de la zona, con los que ya se esta articulando”.

Por Laura Moya*
* Integrante del Foro por la Soberanía Alimentaria


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