Cine


UN CAMINO DE APRENDIZAJE

CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN

Por Lorena Bellesi

Hoy por hoy el cine de animación no convoca sólo a  los más chicos, sino que, desde hace unos cuantos años, se ha convertido en un fecundo, y por momentos asombroso, despliegue imaginativo que sorprende a todos por igual; un lugar  plagado de ocurrentes y conmovedoras  historias, que apuesta a emocionar a través de extraordinarias y originales imágenes. Basta mencionar películas de la talla de  “Up”, toda la saga “Toy story”, o la  menos promocionada “El viaje de Chihiro”, para ratificar lo dicho.
“Cómo entrenar a tu dragón” (“How to train your dragon”) tiene como protagonista a un típico adolescente, Hipo, quien habita la isla de Beck, un remoto paraje asediado continuamente por dragones. Éste singular muchachito, además, es un  vikingo; el pertenecer a un grupo tan peculiar le impone una determinada manera de ser que, en este caso, no tiene nada que ver con lo que Hipo es o siente. En términos generales, los vikingos son retratados como seres toscos y rudos, tanto hombres como mujeres ostentan una vigorosa apariencia; son fornidos y esa es una excelente cualidad, ya que esencialmente son guerreros, cuyo único propósito trascendental, que hace honor a su propia historia, es matar dragones, quienes son sus mayores enemigos.
Hipo representa un quiebre absoluto en el estereotipo de su raza, no sólo porque es flacucho, locuaz y detenta un sarcástico humor, sino porque logra cuestionar lo que daba sentido a la existencia de su aldea, y lo consigue optando por el camino más difícil: el de dejar a un lado los prejuicios y seguir los propios impulsos, para así permitirse conocer realmente a quien hasta hoy ha sido el gran adversario a destruir de su pueblo: los dragones. El líder de la comunidad simboliza todo un desafío, y no es otro que su padre, el  imponente “Estoico, el vasto”, un enorme y aguerrido vikingo. El persistente desencuentro entre ambos sobrevuela toda la película y nos concede gran parte de las más enternecedoras situaciones.
Este simpático e intrépido jovencito se lanzará a una fantástica aventura con su inesperado -y nuevo- mejor amigo, y nosotros con él. Espectaculares “tomas áreas” por  ensoñadores lugares nos contagian esa sensación de libertad y felicidad, que Hipo aparenta sentir cuando está por los aires. “Cómo entrenar a tu dragón” es una película entretenida e inteligente, que no abusa de la  evidente moraleja, por el contrario, a la hora de enaltecer valores como la amistad, la lealtad o el amor fraternal, prefiere supeditarlos de manera casual a la trama argumentativa. Cabe destacar el estupendo trabajo de los actores Jay Baruchel y Gerard Butler que les dan voz a los personajes principales y que consiguen hacer aún más graciosas o emotivas determinadas escenas.
Tomarse el tiempo para mirarla, puede significar el recuperar, por unas horas, esa dimensión lúdica de la infancia que, aunque adultos, jamás nos abandona. Por lo tanto, vale la pena verla.


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