Sol Di Frente


CLÁSICOS, COLORES Y BANDERAS

Por Sol Di Frente

Un “clásico” refiere a muchas cosas… Un clásico traspasa tiempos y espacios. Un clásico identifica a muchos y diversos. Un clásico se escucha, se lee, se mira, se aplaude…
La vivencia de un clásico es tan personal y tan inherente a la existencia de cualquier mortal, que muchas veces nos pasa por delante de los ojos y no lo notamos.
Pueblo chico partido al medio (como por un rayo), por una ruta larga… De un lado un color, del otro lado otro color. Qué nos van a hablar de “clásicos”… Y aquí otra de sus acepciones, quizá la única que percibimos claramente cada vez que suena esa palabra.
Como en ninguna otra parte, un clásico nuestro se vive apasionadamente, con lágrimas, sangre, insultos y aplausos. Y nadie observa que el verdadero clásico está fuera de la cancha, hinchada contra hinchada, mediante ruido, cantos, trapos y humo…
¿Quién no tiene un amigo del otro lado del tejido? ¿Quién no tiene un familiar, un vecino o un amor? ¿Quién no consiguió enemigos por este bendito clásico?
Nacemos en este sitio del universo con esta división en nuestra cabeza. O serás una cosa o serás otra, o serás lagunero o serás zapatudo… Y por lo general la elección es ancestral, no hay opción posible.
Por suerte, una vez pasados los 90 minutos reglamentarios, se vuelve a una calma… aparente. Cargada va, cargada viene, tu amigo, tu vecino, tu familiar y tu amor, vuelven a ser eso, amigo, vecino, familiar o amor, y ya no rival. Esta pasión nos permite odiar a quién más queremos durante algún tiempo, y volver al sentimiento habitual poco después.
Nada ni nadie cambiará nuestros colores propios y primarios, pero conviviremos con este eterno rival, inclusive bajo el mismo techo.
Vivir de la vía para acá o de la vía para allá quizás defina nuestro destino.
Nada de “clásicos” raros. Yo quiero a mi bandera.

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