Árabe
Por Florencia Abbas
Para poder bailar esta danza se necesita de una mujer con ganas de conectarse mejor con su mundo interno, de aprender a aceptar su cuerpo para amarlo más. Poco a poco, animado por el encanto de la música, el cuerpo revelará en un movimiento suave de hombros, en un golpe de caderas, en una bella ondulación, un destello de placer que hará que el mundo exterior se diluya, embriagándonos una serenidad absoluta.
Este arte nos da la posibilidad de trabajar los grupos musculares en forma aislada, prestando atención a uno o a otro, mejorando de este modo nuestra conciencia corporal.
La inmensa variedad rítmica nos permite desarrollar diferentes aspectos o capacidades. Así, por ejemplo, el solo de percusión hace protagonistas a los movimientos pélvicos y al trabajo abdominal. El taxim a la calidad del movimiento, suave y expresivo en el torso y el rostro. El uso del velo mejora la postura, la coordinación y la fuerza de brazos. El uso del sable favorece el equilibrio y la concentración. El ritmo de saidi nos da la posibilidad de realizar desplazamientos, saltos y giros en una danza llena de fuerza.
Es apropiada y apta para mujeres de todas las edades y de cualquier contextura.
Quizá lo más singular sea que se trabaja desde el interior, de forma que la belleza física nace no como un fin, sino como una consecuencia.
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