Cronistas de a pie


TORMENTAS DE OTOÑO


Por Ana Guerberof*

España, tras cuarenta años de dictadura ejercida por la gracia de Dios (al menos eso decía Franco porque de lo que opinaba el Altísimo no ha quedado registro), ha experimentado un avance acelerado del laicismo. Incluso el Papa lo ha catalogado de “laicismo agresivo” a su paso por Barcelona en un viaje con poca concurrencia de público pero que confirmó que todavía existen algunos católicos por estos lares, cosa que yo ya empezaba a dudar. Es que llegar a un país y criticar todas las costumbres de su pueblo no es la mejor manera de ganárselo. Si, además, le sumamos a eso que el viaje le sale por un ojo de la cara al contribuyente (en la crisis más grave de los últimos años), simpático no caes. En fin, ahí queda la Sagrada Familia consagrada y Gaudí pendiente de beatificar (¿andarán faltos de algún milagro?).
En lo que respecta al laicismo, uno de los ritos religiosos en desuso es el matrimonio por la Iglesia. Los españoles optan ahora por el civil que, a pesar de no estar bendecido por Dios, resulta más práctico cuando “se rompe el amor de tanto usarlo” (como decía la famosa tonadillera gaditana, Rocío Jurado). Justamente, para celebrar el enlace civil de una gran amiga, nos desplazamos al País Vasco (Euskadi), un lugar conocido internacionalmente por la violencia de ETA pero que es, en realidad, muchísimo más que eso y sorprende al viajero por su impecable hospitalidad. Los vascos parecen mostrarse siempre al pan, pan y al vino, vino (sobre todo lo segundo) lo cual se agradece infinitamente en los tiempos que corren. Además, en esta época del año, el cielo se cubre de pasajeras tormentas de otoño que enriquecen la experiencia y otorgan a ese ubérrimo paisaje la savia necesaria para sobrevivir.
La celebración, como ocurre con frecuencia, tomó prestados algunos tics del rito religioso, como el vestido blanco, el ramo, las fotos posadas, el banquete e incluso la ceremonia con diversas lecturas y canciones en las que participaban familiares y amigos. Se escuchaban todo tipo de comentarios sobre la celebración que se podrían resumir así: algunos opinaban que el matrimonio constituía un rito importante y necesario que simbolizaba o confirmaba la unión de la pareja y del que se hacía partícipe a los familiares y amigos; para otros, sin embargo, se había convertido en un símbolo vacío que encontraban anacrónico para los tiempos que corrían y que añadía poco a la unión ya existente. Un tercer grupo había comido y bebido demasiado como para elaborar cualquier teoría más o menos coherente.
Los ritos más tradicionales (al igual que ocurre con la Navidad, ahora que nos acercamos a estas fechas tan señaladas) y la comercialización de los mismos muestran, en ocasiones, una mueca donde se encontraba la necesidad que originó el rito y que carece de profundidad. Al estar desprovistos de motivo, se genera cierto desasosiego. Por un lado, contamos con ritos tradicionales algo vacuos y, por otro, nos faltan ritos modernos que reflejen mejor las distintas etapas de la vida actual y que ayuden a confirmarla. La celebración y el rito, en el sentido más amplio de la palabra, son necesarios para que podamos enfrentar la vida, iniciarnos en sus distintas etapas y compartirlas con la comunidad a la que pertenecemos.
En nuestro caso, celebramos tanto el casamiento de mi amiga que al día siguiente fue difícil encontrar el rumbo de vuelta a casa. Gracias a su generosidad, encaramos la semana agotados pero con esa media sonrisa de haber sido traviesos, de haber compartido con los otros; en definitiva, de haber disfrutado. Ni la visita papal, con sus inconvenientes logísticos, empañó nuestro recuerdo del fin de semana. Reunirnos para celebrar, sin duda alimentó nuestro espíritu y en Euskadi no alimentarse bien en un casamiento es un pecado (perdón por la licencia, Benedicto). ¿Y las tormentas? Se pueden observar desde la ventana como quien tiene un millón de amigos en Facebook o dejarse llevar y mojarse como quien cuenta con pocas amistades que nos entran así, gota a gota, pero que calan más hondo.

* Argentina residente en España.

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