CAPRICHOS DEL ROCK
“CÓMO SOBREVIVIR A UN ROCKERO”
Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
Conocer a un ídolo suele ser la fantasía de muchos, no importa la edad del soñador. Sin embargo, en muchas ocasiones, al momento de producirse ese anhelado encuentro nada resulta ser tal cual lo repasamos miles de veces imaginativamente. Si bien la idea de ser “fan” arrastra consigo una reverencia hacia el idolatrado, que se sabe incondicional. Por otro lado, la mirada sobre la realidad es totalmente restringida, se ve superada por ese entusiasmo fanático, que anula nuestras capacidades de raciocinio. Cómo sobrevivir a un rockero (Get him to the Greek) es una película que en clave de comedia, retrata ese singular encuentro entre admirado y admirador, mediatizado, a su vez, por exigencias laborales apremiantes. Es decir, un empleado de una discográfica cuenta con sólo tres días para reclutar una alicaída estrella del rock, su estrella musical preferida, y llevarla de Londres a Los Ángeles para dar un concierto. Esto significa el comienzo de un periplo repleto de eventualidades, que van desde las más alocadas fiestas hasta, incluso, poner en riesgo su propia vida.
El actor y humorista británico Russell Brand, muy popular en su país y en Estados Unidos, aunque casi desconocido para nosotros, interpreta al excéntrico y autodestructivo rockero Aldous Snow. Este personaje vendría a ser una suerte de “Pomelo”[i] internacional, ególatra y ridículo, sumido en un universo decididamente individual. Lo paródico se deja ver desde el comienzo. Su gran fracaso comercial no es otra cosa que una canción llamada “Niño africano”, una declaración transparente de racismo y obsecuencia, que fue rechazada por la crítica y el público en su totalidad. Sin embargo, Aldous no logra desentrañar el porqué de semejante repudio general. Ni siquiera puede determinar con exactitud, el país africano que lo conmovió y lo inspiró. La identificación con las verdaderas celebridades y su conciencia humanitaria es inmediata. El humor y la risa están puestos ahí, y en cada momento en que aparecen, insinuando una actitud burlona y crítica de nuestra hipócrita sociedad. Por medio de lo cómico, el director Nicholas Stoller refleja muchas de las miserias de nuestro propio mundo, de un tiempo que ha relegado de lo que es ser-humano.
El genial Jonah Hill interpreta a Aaron Greenberg, un ciudadano normal que, de pronto se ve arrastrado a un mundo de excesos, de drogas y sexo fácil, de limusinas, vuelos en primera clase y alcohol. Pero también es el representante de cierta cordura, es el lado sensato de un mundo regido por el exitismo a cualquier precio.
Y en este punto, merece toda nuestra atención el director de la discográfica. Al igual que en “Red social”, la película pone en escena un nuevo prototipo de “jefe”. Los nuevos poderosos, los que dirigen y tienen el control del mundo de la cultura popular, no son para nada acartonados, ni están estáticos, atornillados a su escritorio. El rapero P. Diddy da vida a Sergio, un despiadado directivo de la industria musical, que utiliza un vocabulario sumamente grosero para darse a entender. Pero lo que aún sigue en pie, es la desalmada ambición. En determinado momento, conversa con Aaron acerca de cómo tratar a un artista, cómo manipularlo. Para eso, dice, es necesario conseguir el equilibrio perfecto, “mantenerlo drogado pero no demasiado”, de última, es lo que la gente quiere. Terribles palabras que se reafirman, con sólo encender el televisor.
Cómo sobrevivir a un rockero tiene como mérito principal, ser muy divertida. Y para una comedia, no hay circunstancia más importante. Con una fotografía impecable, una música definitivamente efectiva, con clásicos y con los hits de Aldous, como “La gonorrea”, el clima de descontrol se sucede escena tras escena. Las permanentes alusiones al mundo de la cultura popular, consiguen cierta complicidad con los espectadores. Y es en los perspicaces diálogos, donde se dejan ver, donde lo hilarante se hace fuerte.
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