Día del periodista


YO CONFIESO

Día del Periodista

Por Alejandra Tenaglia

Si para algo sirven los días “de”, además de conmemorar algún hecho o persona (recordada también por sus hechos), es para identificarnos en ellos. La madre, el padre, el niño, el estudiante; el abogado, el médico, el ingeniero y demás profesionales; la revolución de mayo, la independencia, la fundación de un pueblo.
En el calendario de junio aparecen el día del periodista (el 7) y el del escritor (el 13). Siempre tuve en cuenta este último, no por mis aventuras con la página en blanco sino por la veneración a tantos autores que quiero. En cambio el primero, a rigor de sinceridad, nunca tuvo un peso importante en mi agenda. Tal es así que el año pasado, cuando apenas salía a la calle El Observador Nº 4, me encontré recibiendo regalos, presentes y saludos por el día del periodista, tan alegremente asombrada como el niño al ingresar a un salón en el que lo espera una fiesta sorpresa por su cumpleaños. Usted pensará, con toda razón, que es una irresponsabilidad, torpeza o falsa ingenuidad aducir no pretender ser periodista si se lanza un periódico. Y sin embargo puedo asegurarle que no pensé en ello, en los albores de 2010, cuando todo lo que me propuse fue gestar un espacio de encuentro y comunicación, mostrar una visión de lo que sucede, ofrecer perspectivas variadas, difundir aquello que creo lo merece, aportar información especializada desde las distintas voces que componen este sueño colectivo, volcar opiniones y sus repercusiones, escuchar todas las campanas todas y tener la libertad de fijar la proa sin ningún ritmo que no sea el del latido interno que me guía. No quise convertirme en “algo” determinado. No me formé en ninguna academia que no sea la de mi propia existencia. No me sentí jamás dueña de un saber absoluto. Aprendo todos los días, de mis errores -de los que puedo advertir y de los que otros por suerte me señalan-; y de los demás comunicadores, cuyo capital construido por el trabajo diario es innegable más allá de gustos de estilo. Aprendo mirando, a los que saben y a los que considero que sólo saben buscar ganar dinero, para mantenerme a distancia de sus metodologías lejanas al intento genuino de forjar –en uno y los demás- un espíritu crítico que nos salve de cualquier tiranía en cualquier área de la vida. Aprendo como lo hacían antaño el hijo del padre en la quinta o el joven del sastre del pueblo. Y entonces, desde esta, mi humilde y personal perspectiva, en la siempre actual controversia que plantea si el periodismo es un oficio o una profesión, no puedo menos que inclinar mi balanza hacia el primero. Claro que, los claustros docentes nutren, ordenan, priorizan, construyen cimientos, aportan métodos, son necesarios y sin dudas el camino correcto para aquel que sienta con fuerzas, desde un primer momento, arribar a los medios. Pero muchas veces sucede que, la vocación llega sin previo aviso, sin que podamos siquiera advertirla conscientemente, sin que nos importe el “rótulo” que se nos pegue en la frente, sin poder tampoco cambiar el sentido emprendido en el cual están comprometidos todos nuestros sentidos. Un faro nos alumbra, una idea férrea nos sostiene ante los sinsabores que en ocasiones la exposición genera, una tozudez imperturbable impide el desaliento aun cuando llegar a fin de mes no sea nunca tarea sencilla. Ahí estamos, intentando decir “eso”, lo que nos impele, lo que nos quita el sueño, lo que justifica el sacrificio perenne. Y así como nuestra familia determina el rol que ocupamos dentro de ella (hijo/a, hermano/a, madre/padre), la sociedad es quien nos reconoce o no, en base a lo que somos para ella.
Este año, con una gratitud amplia y envolvente como el cielo que nos rodea, quiero que sepan que sin ustedes, la comunicación que entre todos intentamos desde El Observador, no sería posible. Son ustedes, los lectores, los que legitiman el saco que nos hemos puesto, sin detenernos en la etiqueta que traía en su solapa, haciendo lo que amamos, intentando que al menos una partecita de ese sentir sincero -incluso en los textos más ásperos, menos afortunados o generadores de disidencias-, los alcance, les brinde herramientas, los ayude a ser protagonistas atentos y comprometidos, de sus propias vidas. Gracias por permitirnos, ser de algún modo, periodistas.
     

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