Palabras difíciles



LOS NIÑOS Y LA EDUCACIÓN SEXUAL

La tarea de ser papás conlleva un aprendizaje constante que nos enfrenta a menudo con situaciones de difícil resolución. Las dudas inevitables acerca del cuerpo, los genitales y la sexualidad en general, suelen ser abordadas desde la vergüenza o el pudor. ¿Cómo contestar  las “preguntas imprudentes” de los chicos sin morir en el intento?

Por Paula Sánchez* / Psicóloga Mat. 4846 – Educadora Sexual
info@areap.com.ar

Educación sexual. Un momento… todos los momentos…
Como papás y mamás transitamos por muchas tareas difíciles. Sin duda, la educación sexual es una de ellas. Muchas veces no sabemos qué decir o cómo responder a ciertas preguntas que nos ponen incómodos. Por lo general, pensamos mucho cada respuesta creyendo que es ese “el momento” en el que estamos haciendo educación sexual, sin embargo ese no es el único momento. Estamos educando en sexualidad todo el tiempo, aunque no seamos concientes de ello. Hablamos de sexualidad cuando hablamos del cuerpo, de los besos, de las caricias, de las mujeres y de los hombres. Va a depender de nuestra actitud lo que los niños vayan aprendiendo: si es lindo o feo; correcto o incorrecto; si puede ser un tema de conversación y de pregunta… o si “de eso no se habla”.
El sentido y los significados que damos a la sexualidad se transmiten, fundamentalmente, a través de nuestra forma de ser y de relacionarnos. Sin duda, el modo en el que actuemos –para los chicos– va a significar más que lo que podamos decirles. A través de la relación que establecemos con nuestros hijos, ellos observan y experimentan actitudes que podrán integrar a su propio sistema de valores. Enseñamos sexualidad a través del modo en el que establecemos un vínculo con ellos, los gestos que usamos, las palabras que decimos, el afecto que expresamos. De esta manera trasmitimos nuestra forma de sentir y entender la sexualidad. Por esto es que “hacer educación sexual” implica entrar en un proceso en el que educamos también nuestra propia sexualidad y este es un camino lleno de sorpresas.

Las partes privadas
Estos temas, a muchos papás y mamás nos dan vergüenza o nos incomodan. A veces, nos descolocan algunas preguntas que nos encuentran desprevenidos. Esto es comprensible, ya que a la mayoría de nosotros nos educaron creyendo que la sexualidad es algo “de que avergonzarse”.
Así es como podemos expresárselo a los chicos, explicarles que es un tema que “nos da vergüenza” pero sin embargo “es algo de lo que quiero que hablemos”, expresarlo de este modo y responder a sus preguntas es signo de honestidad. Esta es una forma de facilitar la comunicación, de lo contrario el niño percibe la incomodidad de todos modos y la próxima vez probablemente elija a otra persona para preguntar.
Enseñarle a nuestros hijos sobre sexo requiere un flujo de información suave y continuo, que debe comenzar con la mayor anticipación posible. Podemos empezar cuando le enseñamos las partes del cuerpo, no debemos olvidar nombrarles el pene o la vulva. Si estas son partes del cuerpo que ni siquiera nombramos, estamos dando el mensaje de que “de esto no se habla”. Muchas veces inventamos nombres más simpáticos como “pitulín” o “chochis” porque nos parece “chocante” decirles a nuestros hijos los nombres de los genitales, si hacemos esto es muy importante que les aclaremos los verdaderos nombres. La aclaración es fundamental ya que en algunas ocasiones se encuentran con que los otros compañeritos de juego, la tía, la abuela u otra persona le dice de modo diferente y esto puede resultar confuso. De lo que no debemos olvidarnos es de explicarles también que tanto el pene, como la vulva y la cola, son partes privadas del cuerpo.

Las tres preguntas inevitables
La primera pregunta, que siempre es la mas fácil de contestar, tiene que ver con la “diferencia entre los nenes y las nenas”. Luego viene la segunda pregunta, que está relacionada con el origen: “¿de donde vengo yo?” y que generalmente significa "¿cómo salen los bebés de la panza?". Para poder responder esta vez, es necesario haber explicado correctamente la pregunta anterior. La respuesta tiene que ser clara y sencilla y siempre diciendo la verdad, ya que de otro modo se complica para responder a la tercera pregunta que sin duda es una de las más temidas por los papás: “¿cómo entré ahí?”. Esta pregunta muchas veces nos pone incómodos: suponemos que cuando le demos la explicación, el niño va a entender desde una perspectiva adulta, y podría incluso “traumarse”. Lo cierto es que los niños no van a asimilar mas de lo que pueden de esta información, su interpretación no tiene nada que ver con la connotación adulta que tiene el tema.
Que nuestro hijo no pregunte no significa que no quiera saber; muchas veces, no se anima. En algunas casas está mal visto que el niño pregunte ya que se toma por “grosero”, “mal educado” o “degenerado”, porque se muestra demasiado interesado en el tema. Los niños tienen curiosidad por estos temas y si no es con nosotros, satisfacen sus dudas con otras personas, como compañeros de juego, quienes no siempre dan respuestas correctas o simplemente lo buscan en Internet. Esto hace que obtengan muchas veces informaciones erróneas o que no cumplen con los valores que les queremos inculcar. Es fundamental que les enseñemos la importancia del afecto, del respeto, de ser responsables, del cuidado propio y ajeno.

Prepararse para “ese momento”
Si los chicos no preguntan es bueno tomar la iniciativa. Podemos usar cualquier oportunidad que tengamos para tocar el tema, por ejemplo si conocen a alguna mujer que está embarazada, preguntarles si notaron que tiene una panza grande y qué piensan de eso. No debe ser una preocupación el brindar información demasiado temprano, ya que corremos más riesgo si la brindamos demasiado tarde. De lo que decimos, los niños terminan asimilando lo que pueden. A veces brindamos información que los niños no entienden por no ajustarse a su edad, pero de esta manera nos aseguramos una comunicación fluida con nuestros hijos. No nos tiene que sorprender que las mismas preguntas se repitan a lo largo de la evolución, debemos asegurarnos de saber qué es realmente lo que está preguntando el niño. Podemos preguntarles qué es lo que quieren saber y qué es lo que saben, de esta forma podemos chequear a qué va la pregunta que muchas veces nosotros entendemos mal y con qué información cuentan, así podemos explicar desde nuestro punto de vista o simplemente corregir alguna información errónea.
Anticiparse a la siguiente etapa de desarrollo es fundamental: de este modo evitamos que se asusten o se confundan con los cambios repentinos que experimentan sus cuerpos cuando llegan a la pubertad. Es bueno que los papás nos procuremos una información previa, así podremos anticiparnos a las preguntas y a los comportamientos sexuales, armando respuestas sencillas. Muchas veces nos sirve de guía conseguir libros de educación sexual acordes a la edad de nuestros hijos, de esta manera nos encontramos informados y podremos anticiparnos mejor a las etapas venideras.
A medida que nuestros hijos crecen, ocurre, en algunas ocasiones, que no sabemos algunas respuestas. Ésta es también una oportunidad para comunicarles a los chicos que no sabemos la respuesta, pero que nos comprometemos a buscarla y responderles. De esta manera nos aseguramos que nuestros hijos se sientan cómodos preguntándonos a nosotros, para trasmitirles nuestro juicio de valor al respecto. Aunque ellos no lo adopten cuando crezcan, por lo menos van a tener conocimiento de nuestro modo de pensar a la hora de establecer su propio sistema de valores.

Una experiencia múltiple, plena y placentera
Cuando hablamos de educación sexual, no hablamos sólo de responder preguntas, no debemos basarnos sólo en los aspectos biológicos de la sexualidad. Es importante que tengamos en cuenta que la comunicación y los sentimientos forman parte de ella.
Educar en sexualidad es favorecer que nuestros hijos tengan una vivencia libre, sana, creativa y placentera de su cuerpo, de sus relaciones y de sus afectos. Para esto, es necesario que la violencia no forme parte de su forma de vivir y sentir la sexualidad. Si ponemos el acento en la violencia, en lugar de en la sexualidad misma, corremos el riesgo de que dejen de interesarse por lo que les decimos porque se reduce a peligro, miedo y prevención. Esto no significa que no haya que abordar la violencia sexual. Es algo que existe y que está ahí. Nuestros hijos tienen que aprender a cuidarse, pero para ello, es fundamental tener referentes que les permitan sentir y experimentar el gusto de vivir el cuerpo, las relaciones y los afectos, sin violencia y con placer.
Cada criatura es única y no hay una única manera correcta de ser, por eso mismo, no se puede hablar de fórmulas universales para educar la sexualidad. Lo que sí es importante es que nosotros podamos descubrir y nombrar los propios miedos, deseos, sentimientos y prejuicios en torno a ella. Y, tomando en cuenta esta realidad, plantearnos qué hacer desde ahí, cómo abordarla de la mejor manera posible.

* Vicepresidenta de AREAP – Co-coordinadora de “Escuela para padres y madres”.

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