Por
Juan Carlos Ferro
¿Cómo
les va, amigos Observadores? Espero que bien, porque yo ando como el cubilete. ¿Pueden
creer que el sábado me junté con unos amigos a comer, porrones de por medio, y
al abrir la caja de cartón donde se encontraba el alimento preciado, me
encuentro con una pizza…¡con yuyo arriba!? Inmediatamente insulto a la pizzería
por la broma de mal gusto, pero mis compañeros me dicen: “Nosotros la pedimos
así”. Me explicaron que es “una grande de muzza con rúcula”. En ese instante me
pongo en el alma de los napolitanos que por el siglo XVII inventaron ese
alimento supremo, ahora condenado a la más ruin de las bajezas, culpa del pasto
que la corona. Debe ser la degradación más grande para su pueblo desde que Sophia
Loren dejó de mostrar los pechos y puso su voz para uno de los personajes de Cars
2.
Me
imagino a la pizza gritando: “¡soy pizza, los nutricionistas me odian, no me
transformen en una comida de chetos!”
Aclaremos
un par de cosas para que no queden dudas: las pizzas son grasosas, los
pastelitos son de membrillo y las bombachas son colaless.
Pasemos
a otro tema, musical, si así se le puede llamar. En primer lugar es bueno decir
que, entre las canciones de Arjona, los libros de autoayuda, y el programa de
Mariana Fabbiani, la gente tiene el cerebro cada vez más parecido a Menem:
viejo, verde, arrugado y en decadencia. Pero detengámonos en el cantante
guatemalteco, quien ha hecho grandes méritos para subir a este ring. El autor
de “Te conozco” no tiene simplemente, como suele decirse, problemas con el buen
gusto (porque además esto varía tanto de persona a persona, que imposible
establecer máximas), lo que tiene es directamente una discapacidad poética,
como algunos la tenemos para las manualidades, muchos políticos para la
coherencia y las ojotas para el fútbol. Pero hay algo que a mí me molesta por
encima incluso de esa falencia, y es su soberbia machista: siempre piensa que él
es lo mejor que le pasó a una mujer. No, querido, lamento informarte que si te
dejó es porque además de no querer estar con vos, seguramente está con otro… ¡mejor,
por supuesto! Y le importa tres pitos si vos sabés que ronca por las noches,
que tiene grasa abdominal o que votó a Lilita en el 2003.
Yo
creo que hay un “método Arjona”, porque sin un plan meticulosamente trazado no
es posible hacer de todas y cada una de las canciones, semejante mezcla de
frases trilladas y creaciones que hubiera sido mejor que permanecieran como mi
abuela… en un cajón. Todo esto aderezado con una materia viscosa parecida al
gel que le hace brillar la cabellera, mas no las ideas. Hagamos un punteo: “Dime que no
y lánzame un sí camuflajeado” (y
Freud que se rompió la cabeza para explicar la histeria). En otra
canción le dice a su festejada: “Tu reputación
son las primeras seis letras de esa palabra” (dicen que a Neruda, cada vez
que suena esa línea, no lo pueden tener en su tumba), por ese mismo sendero de
inspiración tal vez un día nos regale frases como: “lo que más me gusta de ti, es el final de la palabra vehículo”; o “cuando
te veo de frente, no puedo dejar de escribir versos en cuartetas”.
Pero
no solo escribe de modo aceitoso, además es un plagiador. En un tema llamado
“Mi primera vez”, me robó el verso al que tantas veces recurrí: “tuve sexo mil veces, pero nunca hice el amor”. Para
un próximo CD, estaría estudiando usar frases más originales, como: “no sos vos, soy yo”; “perdón, no puedo
verte porque se me enfermó el perrito” y “como hermana no tengo, con la tuya me
entretengo”.
Respecto
a la letra completa de ese himno a la menstruación que tituló: “De vez en mes”,
les pido perdón pero no encuentro nada que pueda ni empardar, lo que el tipo
logró.
Para
finalizar, “quiero renunciar a cualquier
pretensión de originalidad. Quiero utilizar una frase que no me pertenece,
porque pertenece ya a todo el pueblo argentino”. Señores lectores: sin
clientes, no hay Arjona.
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