Por Sebastián Muape / sebasmuape@gmail.com
No importa en qué año, de
qué era o etapa evolutiva de la humanidad usted lea este artículo, nada podrá
hacer el paso del tiempo por ajarlo: Alemania campeón. El mundo futbolístico a
nivel de selecciones, hoy tiene que estar profundamente preocupado en
desarrollar estrategias, de cara al Mundial que se viene en menos de un año,
como para impedir que los teutones arrasen con ese torneo, sin dejarle
posibilidades a nadie. Hay un modelo alemán virtuoso, funcional y sobre todo
exitoso, basado estrictamente en el recambio y en sustentar proyectos de largo
alcance; quien no pueda aplicarlo puertas adentro, no estará preparado para
competir.
Mientras
en Rusia, Alemania gana la Copa de las Confederaciones con un plantel sin sus
grandes figuras que promedian los 24 años (¡¡!!), y se alza con el único título
que hasta ahora se le escapaba a la vitrina, en esta Pampa sagrada aún
discutimos si Mascherano debe ser volante o defensor central; si Agüero es
irreemplazable, o si tenemos un zurdo corredor para poder sacar a empujones a
Di María del seleccionado. Nada es casual.
Mientras
Alemania gana el mencionado certamen, promueve a sus nuevos talentos con brillo
autóctono en grandes clubes europeos y muestra una vez más el camino a seguir,
su seleccionado sub 21 se consagra campeón europeo en Polonia. Matriz de éxito,
se mire por donde se mire.
Joachim
Löw, de 57 años, es el mentor de esta fábrica de prestigio y festejos. El
actual entrenador alemán, fue ayudante de Jürgen Klinsman en el período post
2002 (final perdida con Brasil) y 2006 (semis frente a Italia). A partir de ese
momento, se convirtió en el DT del seleccionado mayor. ¿Qué buscaron los
dirigentes al apostar por Löw? Continuidad, cohesión, coherencia, proyecto,
proyecto y más proyecto. Poco había hecho antes como entrenador, en clubes
menores de Suiza y Alemania; sin embargo es el artífice de esta maquinaria, sin
dudas. Logró plasmar definitivamente una idea vital, iniciada en 2000 por Rudy
Völler, la del recambio generacional y la nueva identidad del futbolista alemán
de élite. Buscó un nuevo biotipo, ya
basta del tanque grandote y potente, basta de correr los cien metros en
décimas, basta de la potencia por sobre el talento. La pelota al pie, por
abajo, prolija y linda. Gambeta, lujos, toques, virtuosismo. Tácticamente no
revolucionó el deporte, no le hizo falta; modificó los parámetros del jugador,
les inculcó el buen trato a la redonda, la tenencia, los relevos, el sacrificio
para recuperar. Sus frutos maduraron veloces, final de Euro 2008 perdida frente
a España, el mejor de aquellos años y también con España se quedó en semis de
Sudáfrica 2010; pero el proceso continuaba implacable. El norte estaba claro
como el agua: Brasil 2014. Base de jugadores jóvenes con los estandartes de la
generación anterior: Klose, Lahm Schweinsteiger, Mertesacker y Podolski; por
nombrar algunos. ¿Resultado? Campeones mundiales por cuarta vez en su historia,
ganándole la final a la Argentina de Messi y compañía, con gloriosa goleada 7 a
1 nada menos que a Brasil en semis. Ese equipo alemán mostró con suficiencia en
la cancha, la idea de la que venimos hablando; pero no se relajaron, por el
contrario. Se retiraron aquellos históricos; de esa final ganada sólo tres
futbolistas forman éste plantel. Löw metió mano a la fábrica y rearmó el
seleccionado sub 23 que dos años después va a perder la final de los Juegos
Olímpicos 2016 frente al local Brasil, con Neymar. Algunos de esos jugadores
están disputando las eliminatorias para Rusia 2018, siete de ellos debutaron en
el seleccionado mayor, en esta competencia recién finalizada. La prensa alemana
mostró cierta disconformidad con el plantel, a priori. Löw fue contundente: “Tres competencias en poco más de tres años
(Mundial 2014, Euro 2016 y Confederaciones 2017), es demasiado para un mismo
plantel. Necesito tener a los jóvenes conmigo para que se involucren en nuestras ideas y así acercarlos al primer
nivel mundial”. Saquémonos el sombrero, amigo.
Retomo
la idea del principio del artículo, Alemania hace casi veinte años que viene
mostrando el camino, no se repite, no se plagia a sí mismo y no convoca por el
peso específico de los apellidos. Construye sobre las derrotas y desde las
derrotas se reinventa, muta, crece. Gracias al calendario el Mundial no es
ahora, poco habría por hacer. En un año quizás Brasil esté a la altura, y
porque Tité, su entrenador, está en un proceso muy similar, donde logró
consustanciar a todos y cada uno de sus dirigidos. Argentina, aun con Messi,
está muy lejos, lejos en cuanto al nivel de juego y a la valentía de los
Técnicos que van desfilando; cerca porque los tenemos a mano para copiarles las
ideas, intentando jugar un fútbol de primer mundo, buscando romper este
verdadero monopolio alemán.
WIMBLEDON
El 3 de julio pasado dio inicio el más
importante de los torneos de Tenis que existen. Ya no está Wawrinka (3° ATP),
eliminado en primera ronda; pero Murray (1°), Nadal (2°), Djokovic (4°) y
Federer (5°), van a dar pelea por el título y también por el máximo lugar del
ranking. Difícilmente aparezca algún apellido grabado en el trofeo, que no sea
el de alguno de estos “megamonstruos” y muy bien merecido lo tienen. Por el
lado de los argentinos, un torneo verdaderamente nefasto; de los siete
clasificados al cuadro principal, únicamente Juan Del Potro logró superar la
instancia de primera ronda, pero su horizonte no fue mucho más lejano, cayó
estrepitosamente en la ronda siguiente en sets corridos frente a Gulbis, ex 10
del mundo (hoy 169).
RIVER, DÓPING
Y LIBERTADORES
Tras el escándalo del control positivo
a los jugadores de River, en la fase de grupos de la Libertadores, la
demoradísima venta de Sebastián Driussi a Rusia y sin conocerse aun la sanción
que se le aplicará a Camilo Mayada y Lucas Martínez Quarta, el equipo de
Gallardo se reforzó brillantemente con Ignacio Scocco, Javier Pinola, Enzo
Pérez y repatrió a German Lux. Ya pisó fuerte en Paraguay venciendo a Guaraní en
la ida de los octavos y se perfila como serio candidato a llegar a instancias
decisivas. El conjunto Millonario volvió a dar una muestra de coraje, tal lo
que viene haciendo desde que Gallardo desembarcó en Núñez. River se alimenta de
la adversidad, la reconvierte en energía y sobre todo cree en sí mismo. Que
sueñen sus hinchas, River y Gallardo harán el resto.
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