Por Sebastián Muape / sebasmuape@gmail.com
Ocho años de caminar
ininterrumpidamente, cuenta este querido periódico. Y ha dado esos pasos,
apoyado en la salud que demanda la buena intención, la honestidad profesional e
intelectual y la sapiencia necesaria para acercar a cada uno de sus
imprescindibles lectores, las impresiones y vicisitudes sucedidas en comunidad. De esos años, durante la mitad me
tocó ser parte y he tenido la soltura y el apoyo para opinar, informar y hasta
debatir sobre cuestiones de índole deportivo. Esa comodidad que hallé no es
para nada común, habida cuenta de lo manipulada y berreta que está siendo esta
profesión. Desde aquí pude transmitir impresiones, dudas y algunos aciertos,
que quizás no hubiesen salido de un cajón o de un cesto de papeles en cualquier
otro medio. Por eso gracias a Alejandra Tenaglia principalmente y después y
bien cerquita, a cada uno de ustedes.
Un
comunicador lleva consigo un arma. De bajo, medio o alto poder; con iguales
parámetros de efectividad y alcance. Esa cuestión posee un riesgo explícito,
que nadie debe ni puede desconocer. Producto de ello, es que el periodismo
deportivo perdió, durante las últimas décadas, la idoneidad y la honestidad
imprescindibles a la hora de comunicar. No hace falta ser un erudito en materia
de deportes y todo lo que lo rodea, simplemente hay que reparar en la falta de
espíritu crítico o en la exageración tendenciosa y obsecuente. Las radios y los
programas de cable están cada vez más sesgados, más parciales, más alejados del
precepto para el cual fueron pensados. El criterio periodístico le dejó lugar a
la línea editorial, a la bajada de la vertiente empresarial y a la conveniencia
monetaria sustentada en sponsors, derechos o coimas y comisiones. Un panorama
desolador, tanto para quienes empuñan un micrófono o tipean en un teclado, con
la sola intención de intentar mínimamente entender de qué se trata, para luego
y con el mismo esfuerzo, compartirlo o comunicarlo.
Es
por eso, que una vez más, rescato de manera enérgica la posibilidad de publicar
en este medio, donde se puede decir, arriesgar sin titubeos, manifestar e ir en
sentido contrario a la opacidad antes descripta. No es fácil, créame. Es un
lujo que usted y yo nos hemos dado durante estos años.
En
estas páginas, pude contarle, por ejemplo, que Juan Martín del Potro jugó en
joda la final de Copa Davis del 2008 contra España en Mar del Plata, por el
sólo hecho de haberse peleado con David Nalbandian por guita. Pude opinar
acerca del enamoramiento que tienen Los Pumas con los All Blacks, el Haka y
todos los chirimbolos que rodean a ese partido ya históricamente fatídico para
los de blanco y celeste. Le dije que mientras les pongan micrófonos y cámaras
en la cancha de Vélez, para que todos disfruten con esa bailanta ridícula,
jamás les van a perder el respeto ni ellos, ni el público y por último
recomendamos desde acá, que cada vez que los de negro se pongan a sacar la
lengua, los nuestros le muestren el culo en señal de desprecio.
Volqué
en estas páginas la opinión resistida de que Floyd Mayweather es el mejor
boxeador de la historia; sí, he dicho y repito. Tal vez no sea el más
importante, ese es Muhammad Alí, por peso estratosférico, pero sí es el mejor,
el más completo, el más fino y elegante y sobre todo el más inteligente, por
afano. Cuando usted escuche lo que yo -que es un maricón que corre-, le pido
que vaya rápidamente a YouTube y vea sus peleas con Castillo, Mosley, De la
Hoya, Hatton, Márquez, Cotto y hasta Pacquiao. Pucha, con sólo recorrer esos
nombres uno se da cuenta de la estatura del boxeador del que estamos hablando;
hágame caso amigo y verá de lo que le hablo. Once títulos mundiales y cincuenta
peleas invicto no resisten discusión alguna (escríbame si no está de acuerdo,
gracias).
Pedí
que por favor le contemos a Messi que muchas veces jugó muy mal en eso que
llaman Selección; que se borra, que pasa largos ratos sin tocar la pelota, sin
aparecer, sin mostrarse. Eso es lo que necesita el tipo, que lo hagan sentir
humano, vulnerable, terrestre, que le duela la crítica bien dirigida; para que
busque revelarse y estaquee rivales tal lo que hace en su club. Messi vive,
piensa y siente como lo que es: un futbolista europeo y muchas veces no puede
disimular el fastidio que siente cuando se pone la camiseta argentina y en
lugar de pelota, sus compañeros le devuelven una albóndiga. Pero Messi no es
una víctima, ni mucho menos; juega con los compañeros y amigos que él mismo
elige y así será dentro de algunos meses en Rusia. Mascherano, Messi y Romero
repartirán membrecías, pecheras, habitaciones y sobre todo premios; porque son
ellos, los dueños de la camiseta blanca y celeste. Los monigotes vestidos de
DT, son meros muñecos manejados a destajo por las estrellas mencionadas, no
tenga dudas. Así y todo, ojalá hagan un buen Mundial y le acerquen un poco de
alegría a este país tan devastado, tan surcado por el odio y la indiferencia.
Al
cierre de esta edición, se hizo el sorteo para Rusia 2018. Debut con Islandia
el 16 de junio, el 21 con Croacia -tal vez el rival más duro de la fase- y
cierre del grupo frente a los amigos nigerianos el 26 de junio. Un posible
choque de octavos frente a Perú y el riesgo de cruzarse con Francia en la misma
instancia si uno de ambos no fuese primero en su grupo. Es evidente que el
sorteo y el fixture no son tan amigables como los de Brasil 2014 (con la
nefasta mano del envenenador de gusanos Julio Grondona). Ya espiamos por dónde
andan los brasileños y alemanes, deseando no cruzarlos nunca; aunque puertas
afuera gritaremos que queremos revancha con los teutones, no sin antes eliminar
a los de amarillo, si es posible en semis.
Antes
de retirarme, con el alma llena, completa y el orgullo de haber estado en
contacto con usted, en conformidad o en disenso, pero siempre con buena leche, déjeme
contarle que ningún deportista me dejó un vacío tan grande como el que marcó en
mi vida la muerte de Ayrton Senna, que pasé muchos años sin volver a ver una
carrera de F1 y que me pongo a llorar con sólo nombrarlo. Que no creo poder
extrañar tanto a otro deportista, como al cordobés David Nalbandian, que lo
necesito cada vez que se juega la Davis y que pocas veces vi un tenista tan
completo, tan valiente y con tanto carisma como ese gringo, capaz de ganarle a
todos y cada uno, cada vez que se lo propuso.
Y
sí, hasta aquí llegamos. Recuerde que el fútbol, el más maravilloso de los
deportes, está muy enfermo pero todavía respira, la pelota aún puede picar y
meterse al lado del palo o salir mansa por un pelito. No van a poder matarlo
hoy ni nunca y ahí estaremos en las tribunas, delirando embanderados.
Le
deseo el fin de año que usted y su familia soñaron. Hasta siempre.
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