Por Carlos Bonino
carlosgbonino@gmail.com
Nos
vamos. Si hago una asociación libre con las despedidas, sólo puedo pensar en
las murgas uruguayas y sus retiradas. Allí los murguistas suelen dejar un
mensaje y exponer sus deseos para el futuro próximo. Luego de ello, se despiden
pero siempre diciendo que para el próximo carnaval, estarán presentes para
denunciar a los poderosos y divertir al pueblo que la escucha. Por eso, a
marcha camión (nombre que tiene el ritmo base de la murga), me voy yendo. Con
la tristeza del adiós y la esperanza del regreso.
“Mil gracias por estar, por
escuchar y ver. Destinatarios exclusivos de este canto, que siempre ha de
volver...” Como
la Gendarmería que atacó de nuevo a personas manifestándose, como Tévez que
quiere regresar a Boca o como la malla del año pasado que quiere volver pero
mis rollos se lo impiden. El verano es cruel, el invierno es cruento y el sushi
es crudo. Las empanadas árabes tienen forma de pañuelo. Las bananas tienen
forma de media luna. La Ministra de Seguridad perdió todas las formas. Cada
tanto se disfraza de Rambo. Usa el cuchillo para recortar jubilaciones y
derechos.
“Viaje que comienza, viaje
que termina. En este tablado de la humanidad. Se termina el viaje, de La
Catalina (o
del Observador) y otro está por comenzar”.
Reciclar es la tarea. Plástico, vidrio y papeles. El diario entra en receso,
los alumnos comienzan el receso y Einstein tenía un re seso. ¿A la parrilla? En
verano y sin gorra, tal vez. Los médicos dicen que las achuras son malas y
Gianina piensa lo mismo de Wanda. Se viene el Mundial y nos tocó Islandia,
Mickey vive en Disneylandia y en estas fiestas no mezcle el vino con la “zandia”.
Lo importante es que rime.
“Brilla el sol de un nuevo
amanecer. Sobre un cielo que está por nacer. Brilla el sol y vuelve a comenzar,
otro milagro de este ciclo sin final”. Eterno, infinito, Legrand,
Menem. “No es lo mismo que vivir, honrar
la vida”. No es lo mismo ser que estar. No es lo mismo un acoplado
Montenegro… que uno de otra marca. Casi patino. Pero preferí pintar con
sintético el mueble de mi abuela. Está en el cielo, como las estrellas, las
nubes y el número diez de la rayuela. Las nenas jugaban al elástico y los nenes
a las bolitas. Es mejor todxs mezclados, como la tarta con las sobras de
navidad.
“Esta breve eternidad, ya
llegó a su fin. Y mi vida que se va, pide más piolín. Mi canción (mis notas), de Arlequín, un vulgar berretín”. Lo
que busca ser una esperanza, se me está convirtiendo tango en el corazón.
Debería dejar las lágrimas para el último párrafo, pero esto es libre
asociación y debo ser leal a esa premisa. Nostalgia de un futuro que no va a
suceder. O sí. Demasiado tarde para lágrimas. La venganza será terrible. La
radio es como la televisión, los partidos de fútbol no se ven.
“El rumbo es uno solo, y
las nostalgias nos ayudan a andar. Era una retirada que al despedirse, quiere
regresar”. Hace
cinco años un amigo me dijo que: el cambio no es bueno ni malo, es inevitable.
Después de los últimos cuatro semestres no creo que opine igual. En estos
momentos mi cerebro entra en modo “entrega de premios” y comienza a agradecer.
A mi esposa Laura, que descubrió que me gustaba escribir antes que lo haga yo. A Alejandra, que
descubrió que podía escribir bien, antes que lo haga yo. A Mauricio, que
descubrió que escribir me hacía feliz, antes que lo haga yo. A la noche, por
ser cómplice de mis descubrimientos. A todos los que alguna vez posaron sus
ojos en mis notas. “Nos vamos, que
nuestras lágrimas rieguen flores de esperanza”.
“FALTA Y RESTO A LA TRISTEZA,
HASTA EL OTRO CARNAVAL”.
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