Tormenta de nuevo siglo

Cambio Climático

Transcurría el año 2003 cuando un tornado dejó a la región y a nuestro pueblo con destrozos de tal magnitud que hoy seguimos observando las secuelas. También la pedrada se hizo frecuente y presenciamos largos meses de sequía o de lluvias, la casi extinción del otoño y la primavera como los conociéramos, las temperaturas históricas del verano y el corto invierno. Todo eso se sintetiza en Cambio Climático que es “la variación del clima respecto del historial climático”.
Estas modificaciones climáticas son producto de la concentración de gases de efecto invernadero. Si bien dicho efecto posibilita, gracias al mantenimiento térmico, la vida en la tierra (podemos resumirlo: el sol calienta la tierra; esta, al calentarse, emite calor y la atmósfera –una capa de gases que cubre al planeta– impide que se escape ese calor hacia el espacio y lo devuelve a la superficie terrestre), los gases de efecto invernadero están aumentando como resultado directo de la actividad humana, haciendo más densa la atmósfera y produciendo un calentamiento superlativo de nuestro hábitat. Por ello, lejos de temer la furia de los dioses que descargan su ira en forma de violencia climática, nos alienta comprender qué lugar ocupamos en esta tormenta de nuevo siglo.
Los científicos registran el comienzo de este efecto a mediados del s. XVIII, con la llamada “Revolución Industrial”, donde se modificó la forma de producción –de artesanal a industrial–, utilizando máquinas que necesitaron la energía del carbón, y más tarde, del petróleo, gas y electricidad. Hoy en día, en un contexto global de economías basadas en el consumo indiscriminado de mercancías, los combustibles fósiles implicados en su producción y también utilizados para su transporte, liberan gases a la atmósfera y provocan el 60% del estado actual de efecto invernadero.
El segundo factor en importancia lo constituye la agricultura industrial basada en el uso intensivo de químicos y las prácticas de monocultivo que producen la degradación del suelo. Así vemos, frente al corrimiento de la frontera agrícola, cómo se destruyen los recursos que son fundamentales para la fijación de carbono (proceso fundamental para el mantenimiento del equilibrio natural que hoy vemos alterado), como los bosques y el resto de los ecosistemas. En el mismo sentido, el modelo de ganadería intensiva emite un potente Gas de Efecto Invernadero (GEI) como es el metano.
Si de puertas adentro se trata, entonces es preciso mencionar que los hogares de mayor poder adquisitivo son quienes producen más GEI. Sucede que el sostenimiento de sus niveles de consumo y derroche justifica el actual ritmo en la producción de mercancías por parte de la industria, quien a su vez alimenta este ciclo vicioso generando falsas necesidades. Sin embargo, las consecuencias del cambio climático afectan más sensiblemente a quienes menos poseen; ¿cómo? Veamos algunos ejemplos:
· La inestabilidad climática está provocando la pérdida de muchas cosechas de frutas y verduras, lo que implica una baja en la oferta y el consiguiente aumento de precios. Las familias que tienen mayor poder adquisitivo, se quejarán del precio del producto pero lo comprarán igual, o elegirán no comprarlo. Las familias de menos ingresos sencillamente no evaluarán esa elección.
· Otro parámetro es el consumo de agua en lugares donde se están registrando con mayor frecuencia épocas de sequía, tal como sucedió en los pueblos del norte de Santa Fe, donde se disponía de tan sólo una hora de agua al día. El agua, un derecho humano básico, es cada vez más una mercancía. Tal como sucede en nuestro pueblo, quien puede consume agua embotellada, y el que no, agua corriente.
Por esto, para mitigar el daño climático y revertir el proceso de destrucción de nuestro ambiente, es necesario no sólo arremangarse sino también atreverse a cuestionar las concepciones más básicas en que descansan los actuales paradigmas de desarrollo. Entonces sí poder imaginar y crear modos alternativos de producción que respeten nuestro hábitat y satisfagan las necesidades de nuestras comunidades. Preguntar, imaginar, crear. En el fondo, no es una cuestión de elección, sino de tener el coraje de oír lo que a gritos nuestro mundo nos está diciendo antes de tener la certeza, de que ya es demasiado tarde…
Por Laura Moya

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