Mar adentro

VOTAR A LOS 16


Por Marina Moya / Lic. en Trabajo Social
marinamoyaj@hotmail.com

En 1992 yo tenía 16 años. Esa etapa de la historia de nuestro país conocida ahora como “el menemato o menemismo”, se caracterizó por un corrimiento sistemático de la presencia del Estado de sus funciones esenciales, y por la aparición del “mercado” como regulador de la economía y de todo lo que de ella dependa, es decir, abarcando aspectos no intrínsecamente económicos como pueden ser la salud y la educación.

El proceso propuesto por ese entonces fue el de las “privatizaciones”. Una sociedad desgastada por el burocrático, anacrónico, ineficiente y supernumerario aparato del Estado, se encontró cautivada por la propuesta de modernización de quien por entonces estaba en pleno legítimo derecho -adquirido por el voto popular- de conducir institucionalmente los destinos del país, el Dr. Carlos Menem. Y “tan bien” lo hizo, que propuso una modificación a la constitución nacional y logró convertir en ley la re-elección, salir luego victorioso en la contienda electoral, terminar su mandato sin irrupción del orden constitucional –lo que por ese entonces no era tarea sencilla-, dejando sentadas las bases de la ideología neoliberal.

En ese año -1992-, se produjo el ataque a la embajada de Israel.

En la escuela hablábamos mucho de política. Tenía un compañero que provenía de una familia particularmente afectada por la privatización de un servicio público. Una jubilación anticipada había interrumpido el proceso natural de desapego del empleo, con consecuencias necesarias para los sujetos involucrados. Nos trenzábamos en largas discusiones a favor y en contra del modelo. No votamos, ni siquiera hicimos un simulacro –como se hizo el año pasado en todas las escuelas de los distintos niveles de la provincia al implementarse el sistema de Boleta Única (y gano San Martín, no sé si recuerdan)-. De todas formas, estábamos politizados. Ya sea por lo que escuchábamos en nuestros hogares, ya sea por lo que hablábamos en las materias de ciencias sociales, ya sea por lo que vivíamos… Con 16 años ya teníamos alguna experiencia de la política, y encima rápidamente nos afectó la nueva ley de educación superior que quiso limitar el ingreso a la universidad pública y gratuita…

La propuesta de bajar la edad habilitante para votar, a los 16 años, genera la posibilidad de un debate profundo en derredor de un sinfín de interrogantes o incluso aseveraciones, que pueden a su vez abrir un abanico de nuevos cuestionamientos:

¿Están preparados?... ¿Quién está preparado?

¿Es conveniente?... ¿Cuándo es conveniente?

Se politiza la escuela y la adolescencia… ¿Quién puede asegurar que esto es malo o inclusive que no son ámbitos que ya están politizados?

Es una medida cortoplacista que tiene intereses políticos mezquinos por parte del oficialismo… ¿Cómo pueden saber qué pasará el próximo año, y los años siguientes?

Los jóvenes son manipulables… ¿Quién puede decir que no lo es, invadidos como estamos de propaganda y con dificultades serias para reflexionar sobre las decisiones políticas que nos afectan?

Varios países han incorporado medidas similares a la que aquí se discute, como una apuesta a la inclusión de los jóvenes en la política y una manera de generar una instancia de responsabilidad. En Austria la ley fue sancionada en 2007, convirtiéndose en el único país europeo que establece el voto a los 16, sin restricciones. Eslovenia condiciona ese derecho a que el joven tenga una actividad laboral remunerada. En Indonesia el límite se fijó a los 17 años y en Irán a los 15. Brasil, Nicaragua, Ecuador y Cuba fueron pioneros en nuestro continente. El debate sobre el tema está presente actualmente países como Bolivia, Chile y Reino Unido.

La juventud por sí sola no es condición ni atributo de nada; como tampoco es la edad adulta el reducto del saber, ni la condición de la madurez.

Detenernos en especulaciones sobre supuestas maniobras políticas para acrecentar el electorado a favor del gobierno, nos impide ingresar al debate sobre el contenido esencial de la medida. Y creer que los jóvenes son un rebaño que podrá ser “conducido” simplemente por su edad hacia este o aquel rincón político, es subestimarlos.

Yo, voto a favor de los jóvenes.

1 comentario:

  1. La verdad es que tampoco es que los adultos votemos con demasiado criterio pero sí creo que es importante preguntarse si es necesario y por qué la medida en ese momento. Los gobiernos deben resolver temas por prioridades que redunden en beneficio para la población en su totalidad. Creo yo que su motivación no puede ser el propio gobierno. Puede que no sea lo frecuente pero sí lo deseable.

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