La música del ajedrez



VASILY SMYSLOV

Por Garry

El arte enciende, emociona, moviliza y satisface, y el ajedrez en la cumbre tiene mucho de eso: suele despertar en el alma de quien lo practica inclinaciones artísticas.
En nota pasada disfruté de Tal, quien venció a Botvinnik pero el viejo campeón siempre tuvo a mano sus trucos y se guardó el derecho a una revancha, artificio que hoy no existe. Así, a los dos años de haber sido vencido aprovechó que Tal estaba enfermo y desmejorado, y le venció sin atenuantes.
Botvinnik reinaba de nuevo. A su altura llegó ahora un joven educado por su padre y los mejores libros de la época que dividía su tiempo entre dos pasiones: la música y el ajedrez: Vasily Smyslov.
Su padre fue un fuerte jugador y le enseñó muy bien. Vasily logró la norma de gran maestro pues su estilo era implacable, sólido. Heredero de Capablanca y Lasker, su juego no admitía debilidades. Con posiciones inexpugnables arribaba a finales que definía con maestría.
Smyslov fue uno de los campeones más prolíficos en la escritura de libros técnicos. Entre ellos son famosos sus textos sobre finales de torres y artísticos. Los finales de estudio son finales creados a tal fin, con estructuras específicas que requieren solución única. El final de estudio es un universo en sí mismo, ajeno a la competición, pero vital para el competidor. Ocurre que el final se barrunta en casa, solo, y lleva mucho tiempo, pero quien lo elabora o resuelve se entrena de la mejor manera.
Smislov fue muy feliz, llegó a ser el campeón que más medallas olímpicas ganara y jugó hasta quedarse por completo ciego. Su vejez fue penosa, pues el país en el que fue héroe y que le permitió una vida desahogada, desapareció con la perestroika, esa argucia capitalista, sumiéndolo en la pobreza.
Entre sus muchos records figura el haber enfrentado a Botvinnik en tres match, con balance favorable, y la semifinal eliminatoria jugada a los 63 años contra un monstruoso Garry Kasparov, mi tocayo, quien entonces era cuarenta años menor.
El ajedrez es fiebre que no ha infectado a todos los campeones: Alekine fue abogado y traidor; Euwe, docente; Botvinnik, electricista; Smyslov fue cantante de ópera, un barítono. Así, en cada torneo era corriente que después de las cenas interpretara para el grupo canciones a nivel de conservatorio. Un pequeño lujo que ninguno rehusaba, claro.
El estilo de Smyslov, Gran Maestro sin llegar a ser perfecto como el frío cálculo que destacará luego a un Fischer o a un Karpov, era de una solidez tal que generó el siguiente diálogo:
Un periodista pregunta a un Gran Maestro (GM) Campeón del Mundo: Campeón ¿Cuál puede llegar a ser el resultado entre un GM y un muy fuerte maestro?
Respuesta: En la etapa de apertura, el GM conoce todas las estratagemas y los matices, domina los vericuetos teóricos y está al tanto de cada novedad: en la apertura gana el GM. Si acaso el fuerte maestro superara esta, viene el medio juego: en el medio juego el GM sabe dónde parar sus piezas de modo que interactúen con la mayor dinámica, conoce los puntos débiles de cada estructura y sabe plantear planes de cualquier índole para enfrentar y batir todo esquema defensivo: en el medio juego debe ganar el GM. Pero si esta etapa también fuera salvada por el fuerte maestro arribarían ambos al final: en el final, mi amigo, en el final gana SIEMPRE el Gran Maestro.
Así jugaba Smyslov con sus colegas: una solidez absoluta durante las dos primeras etapas de partida para arribar a finales con mínima ventaja… Sólo que para Vasily, como para los eleáticos, lo mínimo era un infinito.

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