La penetración china



Por Mariano Fernández

China, el gigante asiático, la gran potencia emergente del bloque Pacífico, está aquí. De maneras sutiles y no tanto, Argentina (y el resto de Latinoamérica) se va transformando en el tablero de ajedrez, donde los mandarines mueven sus fichas.

El milagro y los cuentos chinos
China emergió de la segunda guerra mundial, aun en conflicto entre los chinos nacionalistas y el ejército rojo de Mao. La victoria de este último, en 1946, le dio al país asiático la base inocultable desde donde se proyecta hoy. La erradicación del opio (tenía un altísimo porcentaje de población adicta); la nacionalización de la economía, desde la banca hasta las empresas de servicios, industriales, etc.; una gran alfabetización y un hecho común a todas las potencias del mundo: la reforma agraria. A la muerte de Mao, la China socialista comienza una transformación virando en principio desde un reformismo tibio, hasta llegar al capitalismo más salvaje, con todas las características: un estado represivo que garantice la forma de producción y un apetito expansionista con pretensiones imperialistas.
El “capitalismo de Estado”, como se define al modelo chino, es aquel donde el estado asume la dirección de corporaciones, y sus dirigentes se transforman en empresarios.  Desde el 78 en adelante, China aumentó un 9% por año su PBI, una tasa excepcional para cualquier país del mundo. 100 millones de ricos imitan en gustos y gastos a sus homólogos occidentales. El costo de esta política, es un poco menos frívolo: cientos de millones de campesinos desplazados hacia las ciudades, transformados en mano de obra barata para perpetuar la riqueza de otros. La pauperización de las condiciones laborales en China se puso en evidencia recientemente, cuando un derrumbe en una mina fue causal de la muerte de cientos de obreros, lo que desencadenó una protesta y huelga reprimida salvajemente. Este gigante perdió su autonomía alimentaria en 2003, a pesar de ser el primer productor mundial de varios productos. Desde 1993 debe importar petróleo, a mayor tasa que EEUU. Hoy, además de gas, también importa la mayor parte de los minerales.

Su expansión en el mundo
Actualmente la política exterior china es similar a la de cualquier potencia. En el reciente conflicto Rusia – Ucrania, los asiáticos, en sintonía con el gobierno de Moscú, pusieron freno a las intenciones de europeos y estadounidenses, amenazando con ejecutar la deuda de EEUU, es que China es el principal acreedor del país del norte. La gran producción de bienes y servicios es utilizada por los chinos como moneda de cambio en el concierto de naciones. Así, el acero laminado chino fue vendido a Latinoamérica (exceptuando a Argentina) a un precio sensiblemente menor que al resto del mundo. A cambio, se privilegiaron proyectos de inversión en infraestructura de capitales chinos y la compra de manufacturados también de ese origen. Recientemente una compañía anglo – china se hizo con el contrato de explotación de la cuenca petrolífera de Rumalia, en el sur de Irak, con reservas estimadas en 17,7 miles de millones de barriles. A tono con esta expansión, y para garantizar la defensa de sus intereses en el mundo, en el campo militar la construcción de buques de última generación y aviones de tecnología furtiva, los ubican dentro de la mesa chica de las superpotencias, teniendo además en cuenta su capacidad nuclear y la enorme cantidad de efectivos de su ejército.

En Argentina
Superficialmente, en nuestro país, parecería reproducirse el modelo de la penetración China al resto del mundo. Pero desde el gobierno de Kirchner en adelante, la gravitación de los chinos aquí, aumentó considerablemente. Sus inversiones y negocios no sólo han tenido el visto bueno del gobierno nacional sino también de sectores empresarios nacionales, siendo Franco Macri -titular local de la marca Chery que fabrica en Uruguay y vende en Argentina automóviles-, un pionero en esas relaciones comerciales. La principal compra asiática en Argentina es la soja, pero sorprendentemente, luego de algunos anuncios oficiales de “alianza estratégica”, sólo  el 10% de las compras orientales de esa oleaginosa provienen de las pampas. El 44% es comprado en EEUU y el 41% en Brasil. Aun siendo uno de los principales compradores de Argentina, en el primer semestre de 2013 la balanza comercial con los chinos arrojó 2300 millones de dólares de déficit, frente a los 1600 de igual periodo del 2012. Cada día compramos más productos chinos, o lo que es lo mismo, cada vez más pesos viajan a oriente. La mayoría de esas importaciones son partes electrónicas ensambladas luego en Tierra del Fuego, que gozan además de excepciones impositivas por tratarse, paradójicamente, de sustitución de importaciones. El excedente de capitales chinos es usado, en el caso de nuestro país, como la zanahoria crediticia que se esgrime para conseguir mejores condiciones para los productos o las inversiones chinas. Así, en 2004 un anuncio de un crédito de 20.000 millones de dólares que nunca se materializó, fue el inicio de una serie de promesas que exigían mejores condiciones  y exenciones jurídicas e impositivas para capitales chinos. Como consecuencia de estos guiños, los asiáticos consiguieron desde licencias para la pesca del calamar en aguas territoriales argentinas, hasta la libertad jurisdiccional para algunos de sus negocios aquí (es decir, un conflicto legal de una empresa China en Argentina, se resolvería en tribunales extranjeros). El último crédito de 11 mil millones de dólares en Yuans, la moneda china, es para compra de bienes… en China. Por un lado, así se garantiza que se compre chino, con moneda china (que no cotiza en dólares) y se pague en dólares, más intereses. Aun negociándose, está el proyecto de compra de tierras, con lo que el ciclo del cultivo de soja, su traslado por el Belgrano cargas (capitales chinos), la manufactura misma, la comercialización por Nidera (con capitales chinos) y las líneas crediticias por el ICBC estaría en manos chinas en su totalidad.  
Un canal (que podemos ver en Chabás) que transmite 24 horas sobre China y nos enseña su idioma, los 15.000 supermercados que tienen en nuestro país y la apertura de institutos “Confucio” de amistad argentino – china, más la influencia culinaria, son el aspecto cultural de esta penetración. Se está creando el Club Chino Argentino, similar al desaparecido Deportivo Español, apoyado por unos 120 mil residentes asiáticos.
La compra reciente de durmientes de hormigón al país del celeste imperio, nos trae los peores recuerdos de lo que la dependencia genera no sólo en materia ferroviaria, y evoca inevitablemente cuando los trenes eran de nuestro regente imperio británico. Similares métodos, similares estrategias, para parecer que la única salida para romper con amos viejos, sea sólo caer en manos de uno nuevo. Parece irónica, para ilustrar la crónica, pero no por ello es menos válida, la cita de Mao: “Todos los imperios son tigres de papel”.

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