Editorial

Al cierre de esta edición, el cuerpo de otra mujer a quien se buscaba desde hacía una semana, fue encontrado sin vida en un descampado de la provincia de Entre Ríos. Desnuda, en avanzado estado de descomposición. Detenido por la presunta autoría, un violador que se encontraba en libertad condicional. El juez que ordenó esa medida (existiendo sobrada literatura jurídica sobre la altísima reincidencia en este tipo de delitos), se llama  Carlos Rossi. Y está bien que se los empiece a identificar con nombre y apellido y foto en todos los medios. Y estaría bien que la sanción que caiga sobre él sea para empezar, retirarlo de su cargo. Porque de la ineficiencia que demostró en este caso, derivó la muerte de una adolescente con vaya a saber qué endemoniado infierno mediante. Y porque no puede ser que la corporación judicial siga navegando en aguas seguras hagan lo que hagan, llevando una gran vida gracias al sueldo que les pagamos entre todos y al desconocimiento que la sociedad tiene de sus rostros y sus resoluciones. Y porque ahí también, en ese mundillo en el que habitan los jueces, impera un hediondo tufillo machista que se traduce en medidas femicidas. Sí, con su indiferencia, ellos también matan.


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