Llegamos a nuestra edición Nº 20. En plena primavera nos aprontamos a elegir candidatos para el ejecutivo nacional; diputados y en algunas provincias –no es el caso de Santa Fe- también senadores, que renovarán las respectivas cámaras.
La mitad del año ya pasó y sólo quedan, amén de la presente edición, dos números antes de terminar el 2011. Dicen que rápido parece correr el tiempo cuando uno lo disfruta, quizás por eso es que hemos visto pasar con tanta celeridad el presente año, porque a pesar de las dificultades que nunca son pocas a la hora de intentar cumplir el rol de “medio”, aquí seguimos, con la alegría de perdurar gracias a usted que edición tras edición nos acompaña, elige, acepta.
Y hablando de elegir, en las páginas centrales aportamos un informe labrado por profesionales para ayudar a los más jóvenes en la decisión de aquello que quieran ser o hacer, una vez terminado el secundario. Decisión difícil cuando la vocación no se manifiesta de modo inequívoco, y debemos hurgar en nuestro interior para saber hacia dónde dirigir nuestra proa. Justamente José Ingenieros afirma en su libro titulado El hombre mediocre: “Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un ideal”. Y más adelante afirma también: “el ideal es un gesto del espíritu hacia alguna perfección”. Quizás la vocación, sea la que nos marque el modo que adopta ese gesto del espíritu. Y sea cual sea el camino elegido, el objetivo es el que alumbra los pasos impidiéndole al desaliento la posibilidad de ganar la partida. Sentir la vocación, es una bendición. Intentar descubrirla, cuando ella no es manifiesta, implica un desafío que vale la pena emprender sin temor a errar, sino más bien dispuestos a volverlo a intentar, una y otra y otra vez más.
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