Por
Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
El pasado 14 de diciembre, la nave
china Chang’E corría a 2 kilómetros por segundo en órbita lunar. Su misión:
dejar sobre superficie a Yutu, el Conejo de Jade, robot autónomo, laboratorio
magnífico que ya analiza nuestro satélite.
El nombre de la nave honra a la Diosa de la
Luna. Para la cultura que más inventos ha
aportado al mundo, Yutu es el conejo que habita nuestro satélite (interpretan
esa figura en las áreas oscuras, notables a simple vista).
Las manchas de la Luna son los llamados María o
mares, superficies lisas, de baja reflectividad y por ello oscuras. Estos mares
se han formado por erupciones volcánicas de épocas arcaicas, y magma surgido de
capas internas, cuando las colisiones de meteoros eran frecuentes. Están
inundados de roca basáltica, lava seca, todo lo oscuro que allá veas. De allí
su uniformidad, el porqué de haber sido elegida esa selenografía para el
descenso y rodaje del laboratorio móvil Yutu, quien incorpora paneles solares,
central nuclear, cámaras, sondas y demás “juguetitos”. Este Rabito, cavará más
de 100 metros bajo superficie y dejará, para regocijo de mortales como el que
escribe, un telescopio capaz de observar el campo magnético terrestre.
Con la proeza, el pueblo milenario se
transformó en el tercero capaz de alcanzar nuestro satélite, y el segundo en
operar a distancia un robot que recorrerá la superficie de Sinus Iridum (bahía
de los arco iris).
Las películas de hoy apocan esta aventura
porque uno está acostumbrado a los efectos especiales. La realidad –por suerte
o por desgracia- es más compleja y no habita en las pantallas. Piense lo
siguiente ¿cuánto hace que la
Nasa no viaja a la
Luna; cuánto que la agencia espacial rusa no lo hace? ESA, la
agencia espacial europea, no lo intentó siquiera. Ir a la Luna es una aventura temeraria
y costosa, aunque la mecánica que ha menester, esté al alcance de todo
universitario.
Las imágenes generadas por ordenador del
alunizaje, son impresionantes. En YouTube
está el descenso, animado en base a tomas que Chang’E enviaba de la superficie
lunar, cada vez más próxima, corre que corre debajo. Puede uno ver allí que,
para descender sobre otro mundo, la nave apunta sus cohetes en contra de la
dirección de avance, y no como se muestra en los filmes de ciencia ficción, a
favor. Ocurre que la nave debe contrarrestar la gravedad lunar que tira de él. Esta,
la haría impactar y destruirse sin esos cohetes que con su impulso la detienen,
casi, hasta que se posa sin ni levantar polvo.
La maniobra de alunizaje es una
belleza de la mente, sin duda, así como lo es una pintura o una sinfonía.
Mientras miraba la simulación de video, junto a mi sobrino de 4 años, no pude
sino emocionarme. Ojalá esté entusiasmándolos a que vayan en busca de una PC a
observar la delicada curva que describe ese bólido sobre nuestra Luna
brillante, plenamente iluminada…
Qué increíble que la mente humana haya
podido impulsar un cohete a más de 11 kilómetros por
segundo para que se libre de la
Tierra; que lo dirigiera luego hacia la Luna; que lo frenara, al fin,
y lo posara con la delicadeza con que dejamos a un bebé sobre el piso, para que
intente sus primeros pasos de descubrimiento en la bahía de su casa, en la
bahía de la vida.
Pregunta
Dije que China se erige como el tercer
país en pisar la Luna
y el segundo en comandar laboratorios remotos. ¿Cuáles son los otros dos países
que alunizaron con éxito, y cuál el único país que comandó robots, además del gigante
asiático?
Envía
tu respuesta a elobservadorchabas@arnet.com.ar y la publicamos en la próxima edición; en el
asunto escribe: Astronomía. ¡Suerte!
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