Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
Este
año dedicamos El Observador del Cielo a cuerpos notorios del Sistema Solar. En
archivo verás comentarios sobre Sol, Luna y ocho planetas conocidos. Cuando
niño, estos eran nueve, pero en el 2006 la Unión Astronómica Internacional
decidió que Plutón no daba para tal categoría. Esta curiosa baja (ahora es
planetoide o asteroide) nos recuerda que los conocimientos son prendas que la
moda impone sobre las estanterías del criterio científico. A la moda que dicta
la ciencia le llamamos paradigma. El paradigma es una anteojera que dirige el
entendimiento sobre algunos aspectos y nos priva de otros. En los comercios es
igual, nadie compra lo que quiere sino lo que le ofrecen.
Iluso el que se crea
libre al consumir… o al saber.
Al
respecto del conocimiento, ideal sería decir: esto es un cometa, esto un asteroide.
Así creemos que funcionan las cosas a partir de las escuelas, en cuyas aulas
cuelgan figuritas con rótulos debajo. Por suerte, el mundo es prolífico y la
ciencia se corrige a sí misma con cada nueva huella desentrañada.
Por
ejemplo: conocemos un número de planetoides (Ceres, Vesta, MakeMake, etc.), y es
ahora noticia que los límites entre estos y los cometas son difusos: se acaba
de descubrir un asteroide que proyecta cola, tópico que otrora hubiéramos
atribuido a aquellos cabelludos (“coma”,
de cometa, significa cabellera).
El
sistema solar incluye una miríada de objetos agrupados en regiones específicas:
el cinturón de Asteroides (entre Marte y Júpiter), el cinturón de Kuipers (más
allá de Neptuno) y la muy lejana Nube de Oort (en los lindes del sistema, a
medio camino de la estrella más próxima).
El
cinturón de Kuipers y la nube de ese Otro Señor, son reservorios de cuerpos
helados que duermen el sueño de los justos, hasta que un empujoncito
gravitatorio los arroja sobre el Sol, y, por ende, sobre nosotros.
Se
cree que el agua y la misma vida han llegado de aquellas zonas, sobre cometas
que impactaron a los planetas interiores hace miles de millones de años.
No
hay por qué creer que esos bombardeos no sucedan en el futuro. Con ellos
suceden extinciones masivas y, luego, nuevas e inimaginables formas de vida. La
vida es un álgebra ciega que siempre arroja un resultado.
Otros objetos del
sistema lo constituyen el mucho polvo interplanetario. Descubierto por la
dispersión que produce sobre la luz solar, son partículas microscópicas y
generan un brillo conocido como Luz Zodiacal.
Por
último (hay más objetos, incluso tal vez exista una estrella compañera al Sol,
oscura y lejana) estemos atentos a las noticias de la misión Rosetta sobre el
cometa Churyumov – Gerasimenko. Hemos puesto un robot sobre él y, aunque sus
patas no han podido aferrarse y hace equilibrio, como un corcho que cae y
rebota sobre la mesa de navidad, está transmitiendo desde una distancia tal que
sus palabras demoran 30 minutos en llegar a casa (y son ondas de radio que
viajan a 300.000 kilómetros por segundo). Esas nuevas serán fabulosas, un
cometa está formado por la materia que dio vida al sistema Solar, de modo que
este es un viaje al pasado y mucho aprenderemos. (La Tierra también está
formada por dicha materia, pero aquí ha sido transformada por temperaturas y
presiones intensas. En los cometas yace como en los orígenes.)
El
fin de año toca a la puerta, los ojos de los hombres seguirán escrutando el
cielo y, cometas o corchos mediante, el próximo ciclo hablaremos sobre nuevos y
hermosos astros. Feliz despedida.
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