Según pasan los años



“MOMENTOS DE UNA VIDA”

Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com

El tiempo se sucede de manera irrefrenable. Muchas veces, dependiendo de las circunstancias, se vuelve un aliado, un enemigo, un cómplice. Ni siquiera una adormilada cotidianeidad puede detener su ímpetu progresivo. Los días, los meses, los años sobrevienen sin pedir permiso, arremetiendo contra la niñez, la juventud y todo lo que se le ponga a su paso. El tiempo nos hace crecer, nos transforma, nos intimida. “Momentos de una vida” (Boyhood) profundiza sobre estas cuestiones cinematográficamente, de manera original e inédita. El gran director Richard Linklater, el mismo de la trilogía romántica “Antes del amanecer”, ha compuesto un film excepcional, un proyecto creativo en el que “sólo” invirtió doce años. ¿Por qué tanto? Simple, la película cuenta, sin sobresaltos o enredos presuntuosos, la historia de un niño llamado Mason (Ellar Coltrane), desde sus rozagantes seis años hasta sus sazonados dieciocho. Como una suerte de golpe de efecto a destacar, cabe mencionar que la película fue filmada siempre con los mismos actores desde el 2002 hasta el 2014. La pantalla refleja el crecimiento real de ese niño, de su hermana, de sus padres. No hay efectos especiales ni truco alguno, únicamente la perceptibilidad de los cambios físicos y psíquicos que supone el paso del tiempo.
Al igual que en sus propuestas anteriores, Linklater recurre a la fuerza de la palabra, al diálogo como elemento vital para complementar lo que la imagen muestra. Hay un sincretismo perfecto al momento de manifestar cómo las inquietudes de Mason se transforman junto con su cuerpo. En un comienzo aparece un niño que descubre, con cierta congoja, que ni la magia ni los elfos existen, a la vez que, con ojos curiosos, ve como su madre (Patricia Arquette) intenta nuevamente formar una familia. Sobre el final, se impone la dura realidad de afrontar un futuro inminente, que exige poder amalgamar sus utopías juveniles con un mundo adulto distante, riguroso, calculador.
Los cambios no sólo se evidencian en él, la totalidad de su entorno –hermana mayor, progenitores divorciados- también padece los embates del tiempo. Así, los viejos conflictos se aligeran o son reemplazados por otros. Tanto la mamá como el papá (Ethan Hawke) de Mason no son representados como seres estáticos, definidos, todo lo contrario, siempre están evolucionando, intentando subsistir en plena adultez, haciendo lo correcto a pesar de las malas o buenas decisiones.
Tal cual ocurre en la banalidad de la vida diaria, cada uno de los personajes encarna con justeza las determinaciones asumidas. Por eso no es de extrañar la sinceridad del padre de Mason quien, sin sonrojarse, le dice a su propio hijo el lugar preponderante que ocupó la improvisación en todo aquello referido a su crianza.
Momentos de una vida” cuenta con una sencillez emotiva, profunda, los pormenores de una existencia ridículamente corriente, por ende, también habla de nosotros. En los 165 minutos que dura la película (es larga) hay espacio suficiente para narrar una metamorfosis, o varias. Nadie escapa de las inseguridades, los miedos, la felicidad, experiencias mutables e inevitables a cualquier edad. Como alguna vez cantó el uruguayo Tabaré Cardozo, “el tiempo me enseñó que con los años, se aprende menos de lo que se ignora. El tiempo, que es un viejo traicionero, te enseña cuando ya llegó la hora”.


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