Por
Sebastián Muape
sebasmuape@gmail.com
“Contuvose la invasión”; “Estamos ganando”; “Vimos
rendirse a los ingleses”; “Argentinazo ¡las Malvinas recuperadas!”; “Día
glorioso. En Malvinas hay gobierno argentino”; “Combatiose con éxito en aire,
mar y tierra”; “¿Invencible? ¡No para los argentinos!”; “Seguimos ganando”;
“Desastre naval inglés”; “Hundieron el Belgrano. Hay sobrevivientes”.
“Rendición”.
Vamos… argentinos,
vamos…a vencer / el futuro sigue su camino / argentinos a vencer / hoy el país
nos pide todo / demos todo con valor / argentinos a vencer / argentinos… a
venceeeeeeeeeer…
Voy soltando vapor mientras canto a voz en pecho esa
especie de adoctrinamiento con formato de himno invasivo. Ese canon que me
ametralla subliminal y monocorde y que plagia, con sus pausas, el principio de
Carmina Burana que tanto terror me da. Es que tengo la costumbre de repetir
maquinalmente la última melodía que escucho y esta, se escucha todo el tiempo. Camino
el otoño hacia el Nuestra Señora de Lourdes, a cursar mi séptimo grado. El
solcito va subiendo desde atrás de las vías, rompiendo la escala de grises
brumosos de las cuadras, es una bruma temática, parecida a la de las islas,
sólo que allá patean cascos y acá piso hojas secas y rocío. La nueva luz me deja
ver las banderas argentinas colgadas en las ventanas, portones, balcones y
rejas. En la pared de la papelera, alguien escribió con aeorosol azul: “fuera
yankis de Malvinas”. ¿Yankis? ¡Me hago un quilombo bárbaro con los nombres y
con las noticias! ¿Todos los que hablan inglés son “yankis”? ¿Contra quién es
la guerra, Thatcher y cuántos más? ¿Cómo nos está yendo realmente? Hoy tenemos
“Sociales”, espero que nos aclaren un poco todo este lío. ¿Gurkas eran los
soldados y Kelpers los que viven en las islas, o era al revés? ¿Qué va a pasar
con los soldados que perdieron la guerra, quedan prisioneros o pueden volver a
sus casas? ¿Por qué les hacen tirar los
cascos que son parte del uniforme, ni eso se pueden traer? Bueno, no estoy
seguro. Sé ve que las cosas nos siguen saliendo muy mal, Argentina perdió el
partido inaugural del Mundial, uno a cero contra Bélgica, ¡contra Bélgica!
¿Cómo mierda puede ser? Decían que este equipo es superior al del 78, porque
además de los campeones del mundo, está Maradona. Decían que íbamos ganando la
guerra y ¿la perdimos? En “60 minutos” Gómez Fuentes, que para mí es un General
pero sin bigotes, contaba que los Harriers se caían como barriletes, que todas
las tardes hundíamos una fragata y le provocábamos “numerosísimas bajas al
enemigo, a pesar de que estos no quieran reconocerlo”. Los comunicados del
Estado Mayor Conjunto juraban que había “un paso arrollador de las tropas
nacionales por el archipiélago” y por otra parte, me cansé de ver a Nicolás
Kasansew haciéndole reportajes a Menéndez, contando lo bien que la pasaban los
soldados argentinos, calentitos y bien alimentados, es más,
hasta lo vi cagarse de risa con un milico que manejaba una ametralladora
antiaérea y que había bajado un avión enemigo; desde atrás de una loma salía
humo negro, ellos dos bromeaban sobre la situación: “y el piloto, muy bien que
digamos no debe estar”. Y ahora resulta que en dos días, nos quedamos sin nada,
el domingo perdimos en el Mundial y ayer nos rendimos. Genial eh, genial. Qué
verseros de mierda. Tantos buques de ellos hundidos y a nosotros sólo nos
hundieron uno y encima con trampa. ¿Cómo mierda puede ser?
No
tememos… a la lucha / argentinos a vencer / sabemos por qué luchar y ganar /
jamás nos han vencido… jamás nos vencerááááááááán…
Habíamos visto y hablado en el aula del programa “24
horas por Malvinas”, donde Cacho Fontana y Pinky iban contando guita y alhajas
que eran para el “fondo patriótico”. El Diego mandó un cheque por cien millones
de pesos y en la calle había urnas como la de nuestra iglesia pero mucho más
grandes, donde la gente tiraba billetes. Aieta decía que el oro y la plata que
donaban las viejas de la propaganda, se derretían para hacer misiles de mejor
calidad, Java se le cagaba de risa diciéndole que era un boludo y que un tío de
él, ex policía, le había dicho que era todo mentira y que la guita y lo demás,
se lo quedaban los militares. No sé. Nadie sabía bien qué era lo que pasaba, me
parece. En casa mi viejo se cansaba de decirme que el Mundial no era lo
importante, que era mejor ganar la guerra; yo le decía que sí, pero pensaba que
no.
Con mi gamulán marroncito, mi tiritar y mi confusión
flagrante, voy llegando al colegio. Ya dentro del aula, Marta de La Cruz nos
hace parar en silencio al lado del banco, arranca con un tono subterráneo
diciéndonos que finalmente durante la jornada de ayer y tras ceder posiciones
en Puerto Argentino, hemos capitulado. Silencio. Ni idea qué es capitular, pero
la expresión no deja dudas. Gómez Fuentes, Kasansew, Rapidísimo, los diarios,
todo mentira, absolutamente todo chamuyo. ¿Vos, viejo?... A vos te mintieron
como a mí; está bien, somos dos giles.
Tocan la campana y salimos al recreo, el Negro Salinas y
yo vamos hasta lo de Sara a comprarnos una figaza de jamón y queso y un jugo,
compartimos. Caminamos hacia el patio a cambiar figus del Mundial, voy cantando:
“jamás nos han vencido, jamás nos vencerááááááááán”.
Mi gran amigo me dice que no sea boludo que ya nos vencieron, que no cante más
esa gilada. Le aviso que en el paquete de ayer me salió Rummenigge y que no la
cambio ni loco. El Negro me pregunta cuándo es el próximo partido de la
selección, no estoy muy seguro, pero creo que el viernes contra Hungría. Al
mismo tiempo bromeamos imaginando un duelo contra Inglaterra en segunda ronda.
La última campana del día. Salimos. En la puerta de la
capilla venden fotos de la visita del Papa, la llegada el viernes, la caravana
por las autopistas, la Plaza de Mayo llena de gente como cuando habla Galtieri
y la misa en Luján del sábado.
Miles y miles y miles de personas, aplaudimos la guerra,
¿aplaudimos la paz? No hay caso, no me da la cabeza para imaginar qué será lo
que realmente pasó allá donde parece que hace un frío que apenas soportan los
pingüinos. ¿Dónde estarán ahora los soldados? ¿Por qué pasamos del griterío
embanderado después de que el viejo ese gritaba en el balcón “si quieren venir,
que vengan”, a este silencio casi total, en el que cada tanto sólo se oye a
alguna madre gritar que le devuelvan al hijo que se llevaron a las Islas? ¿Cómo
será ir a una guerra? ¿Y volver, con los recuerdos a cuestas? Voy a buscar un
soldado, y le voy a preguntar todo. Todo todo. Y si me deja, lo voy a abrazar.
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