(MÚSICA
PARA PASTILLAS)
Por
Nico Raterbach
Cada
cita a nuestro rock comienza, inevitablemente, con una referencia a algún lugar
lejano. Este, no es el caso; al menos esa referencia le cabe sólo al rock como
género en sí mismo. A fines de los ‘70, una convulsionada La Plata reunía lo más
variopinto de la fauna underground de este bendito país. Se congregaban en esos
aquelarres, artistas de muchas disciplinas, la poesía, la plástica, el teatro. Patéticos
personajes junto a algunos con luz propia, se reunían en conciertos donde una
banda amenizaba los espectáculos, con melodías lúgubres (propias de esos
antros) y una lírica críptica y sombría. Enrique Synns, periodista de “Cerdos y
Peces” (revista que vale la pena conseguir); Lito Vitale; el artista plástico
Rocambole, formaron parte de ese entorno y fueron partícipes en algún momento
de la banda. Mientras tocaban, había quienes deambulaban repartiendo buñuelos
de ricota. “Patricio Rey” fue el nombre dado a esa banda. Lo de “Los Redonditos
de Ricota”, allí cobró sentido. Sus integrantes venían, alguno de La cofradía de la flor solar, una
comunidad hippie que derivó en banda de rock; otros de rodar por Europa, de la
escuela de Artes de La Plata, de fondas de una muy melancólica Valeria del Mar
en invierno y lugares por el estilo. El resultado: una mixtura perfecta de rock
intelectual y arrabalero a la vez, la unión musical de Boedo y Florida. Skay en
guitarra, le dio un sello distintivo a cada canción. Lo propio hizo Carlos Solari,
poniendo en palabras, aun enigmáticamente, situaciones cotidianas de ese
entorno. Cada canción era (y aún es) una invitación al inconsciente, a recorrer
paisajes desoladores y biografías peculiares.
Los
Redondos comenzaron a tener masividad, sin los aparatos publicitarios ni los
carriles de comercialización tradicional. Ese origen, turbio y dramático, tiene
los componentes de la tragedia. Luego de un concierto dado en Obras, fallece en
circunstancias confusas Walter Bulacio, un pibe que era fanático de la banda,
luego de ser detenido por la policía. Confusas, nada. Walter murió cinco días
después de que le den una biaba en una comisaria, de donde salió grogui para un
hospital.
Como
si a la banda le faltaran temas – himnos, en los ‘90 compusieron de esas
canciones por montones. Furiosos rockanroles, blues, melodías hipnóticas,
letras para celebrarnos, con referencias constantes a las drogas, a personajes
que rodearon sus orígenes, a dios, al diablo, y también algunas chicanas a sus
colegas contemporáneos.
El
miembro detrás de bambalinas de Patricio Rey, fue una mujer. La negra Poly, la
hechicera, amante y manager. Llamarla “la Yoko” de Los Redondos, sería tal vez
injusto y demasiado, pero desde el principio de la historia el olor a azufre
rodea su nombre. Pareja de Skay, protagoniza junto a él y el Indio Solari la
ruptura de la banda en 2001, un año en que no podíamos darnos ese lujo. El
legado, es gigantesco: 9 discos de estudio más un vivo. “Oktubre” (1986) es mi
favorito y recomendado. No cedo un ápice en eso de que los discos
experimentales apestan. “Ultimo Bondi a Finisterre” (1998) y “Momo Sampler”
(2000) no acaparan mi atención. Las misas ricoteras, esas ceremonias paganas
que congregaban a centenares de miles de almas perdidas en un estadio o un
predio en dispares lugares del país, quedan en la retina y la memoria, y los transforman,
sin dudas, en la banda más convocante del rock nacional. Me perdí sus shows,
tengo el consuelo de los relatos de mi hermano, que los vio a fines de los ‘80,
frescos y todavía ingenuamente ignotos.
Nunca
fui un acérrimo oyente de ellos, pero como a todos los de más de tantos años, Los
Redondos nos acompañan como banda de sonido de nuestra juventud. Sus frases son
parte de la biblia urbana de referencias rápidas, y cada vez que los plagiamos,
nos ufanamos de ese aire filosófico ricotero.
Tres
canciones, tres. Poco para ilustrar tanto, pero aquí van, no las de mayor caché,
sí tal vez las que aún oímos zumbar detrás de la oreja:
“Música para pastillas” (Oktubre – 1986).
“La Parabellum del Buen
Psicópata” (¡Bang! ¡Bang!… Estás liquidado – 1989).
“Espejismo” (Lobo Suelto, Cordero
Atado Vol. 1 – 1993).
Y
vamos con un bonus track: “Juguetes
perdidos” (Luzbelito – 1998).
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