Antro musical / Zoom

Por Nico Raterbach

Fácil es escribir sobre lugares comunes a la singladura de uno mismo. Se complica cuando no fuiste más que un testigo presencial. Este es el caso. Sin preámbulos: Soda Stereo. Veranos completos escuchándolos en parlantes de natatorios, mientras aprendía intuitivamente a espiar escotes. Nunca fui un adepto a su música, aunque en los primeros asaltos era obligatorio de los playlist. Sin embargo, claro que merecen ser reconocidos en este recorrido. A diferencia de las bandas que fuimos enumerando en esta columna, Soda no tuvo orígenes proletarios. Todo lo contrario, eran universitarios bien, sin deseos de ocultarlo. En los ‘80 el under se debatía entre Sumo, los Cadillacs, Los Viola, bien sectorizado por tribus; Soda tuvo un pasaje efímero por allí. Peinados calcados a la estética Dark. También a diferencia del resto, apostaban a letras más naif, de una poética rebuscada, urbana y filosa como navaja. Si pudiéramos preguntarle a Ceratti si cree que su mensaje fue captado, la respuesta, estimo, sería ambigua. Apadrinados rápidamente por disqueras grandes, la taquilla fue su éxito. Pero, el talento, sobraba. Para los ‘90 se habían consagrado no sólo en Argentina sino en toda América Latina. Les presté atención no por el marketing inescrupuloso, sino por un disco impresionante: “De música ligera”, revolucionario, adelantado un lustro a su época. Un nuevo sonido, contemporáneo, con un tinte sónico y tímidas distorsiones, a la usanza de la década que se venía encima. Si nos detenemos en las letras… volvamos a la música. Allí es donde eran diamantes pulidos. Soda fue una banda anacrónicamente postmoderna. Intentaron alejarse de la masividad en el 92 con “Dynamo”, un disco audaz, atrevido, transgresor, que vendió poco. Ya saben lo que pienso de los discos experimentales, pero, aquí, la excepción. Este tiene algo que seduce. Ahora, donde la rompen definitivamente, es en su último disco: “Sueño Stereo”. Algunos dicen que aquí se acercan otra vez a la esencia Soda, a los orígenes. Disiento. Aquí, unos pibes que saben que son exitosos, se la juegan una vez más y hacen un disco exótico, vanguardista, capaz de venderse como los anteriores. La magia de este álbum está en los detalles, poniendo atención a las afinaciones, las máquinas, en definitiva a un sonido ya visto en otras latitudes en esa época, pero que por aquí, sólo emergía en algunos sótanos de Buenos Aires. En el ‘97 se separan con mega gira despedida, el de las “gracias totales”. Tragedia, si las hubo, en el rock nacional. No fue para tanto, sólo 10 años después, las desavenencias que los separaron se diluyeron y la máquina de cortar entradas se puso otra vez en marcha. La gira “Me verás volver”,  rompió todos los récords hasta el momento. Soda se caracterizó por eso, números grandes, de ventas, de entradas, de funciones, de giras. Pero decir que sólo fue cuantitativo, sería un terrible error. La calidad de su legado es gigante. Toda la música que generaron es inmensa. Párrafo aparte, para Gustavo, que además de una carrera solista riquísima, subrepticiamente tuvo una vida de rock star sin aparentarlo ante los mass media. Y así fue que su vida se apagó. Da lástima pensar cuántas canciones no nacidas hemos perdido, al perder a este tipo que se llevó consigo muchísima música.  Pongamos “Zoom”, y volvamos en nuestras mentes a ese lugar donde lo bailamos enajenados, sintiendo la tibieza de las melodías de estos genios.
Van tres muy bonitas…
“Tratame suavemente” (Soda Stereo – 1984)
“1990” (Canción animal – 1990)
“Ameba” (Dynamo -1992)



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