EN EUROPA NO SE CONSIGUE
Por
Nico Raterbach
Rebobinemos.
Esta columna surgió con el fin de desentrañar la muerte de nuestro rock. La
autopsia de un cadáver, que goza de buena salud. Estas son necrológicas de una
historia rica en personajes y canciones. Y como el año, la columna agoniza. En Virus, la banda de los hermanos Moura, gastamos
las últimas balas en la originalidad y genialidad que tuvo el Rock Nacional.
Nacieron en la cuna de oro del rock argento, la Plata, en el 80. Compartieron
con Sumo una peculiaridad, le bastaron pocos años para dejar un puñado de
discos con canciones geniales. Cuando los escenarios estaban poblados (salvo
excepciones del under) de grupos que jugaban a demostrar que la música era para
iluminados, virtuosos y acólitos de la dictadura, Virus propuso rock bailable, crítico y escénicamente impactante.
Esto les acarreó al inicio, ingratitudes y naranjazos de un público al que le
costaba asumir que el mundo cambiaba. Con Virus
el new wave inglés que luego deslumbraría a obsecuentes de lo extranjero, nacía
en Argentina antes que en Londres. Es arriesgado decirlo, pero tal vez, ellos
fueron los primeros en crear un género. Época de las grandes disqueras; al
igual que ahora, la independencia de las bandas no existía, sólo grababan
aquellas bendecidas con ciertos talentos. Y vaya si Virus
los tenía. WaduWadu, su disco debut, se transformó en álbum de culto para un
grupo de consumidores elitistas de rock nacional. La puesta en escena, con
Federico Moura y las sutilezas de sus letras al frente, era la esencia de la
banda, una imagen original, naif, que se imponía y destacaba entre los
congéneres de esa era. Para el 82, ya sonaban bastante. Un detalle destacable
para un grupo que fue cuestionado por la banalidad de su música: se negaron a
tocar en el festival de la solidaridad Latinoamericana organizado por Galtieri.
Los Moura, tenían (y tienen) un hermano desaparecido. Párrafo aparte,
avergüenza leer los nombres de los que sí participaron y aun le cantan a la
libertad. La presencia de un líder carismático como Federico, con su
sensualidad ambigua, su discreta lejanía con el público, su montaje escénico
perfecto, garantizaba un magnetismo paradójico. Él logró imponerse sin hacerlo,
y escapar de la atracción gravitacional de una banda que sonaba perfecta sin
cantante y aún mejor con su voz. Teclados creando colchones que hipnotizan,
arreglos geniales, guitarras que desubican al oyente por su extemporaneidad, un
resumen muy amarrete de lo que Virus fue.
Parecería que la banda hubiera hecho un pacto con el diablo, algo usual en el
ambiente. Lanzaron un disco por año, todos exitosos, hasta el 87, cuando
Federico muere de SIDA. En un par de años el rock nacional había tenido más
mártires de los necesarios, y la muerte de Moura, un año después de la de Luca,
fue muy significativa. Hasta el hartazgo, podemos repetir el mantra de las
cosas no creadas que perdimos con cada muerte y lamentarnos infinitamente. La
banda continuó con Julio en voz, manteniendo la esencia, pero con una muy
pesada carga de reemplazar lo irreemplazable, de vivir de añoranzas en un constante
homenaje. Ningún grupo, creo, puede sobrevivir una pérdida de esta magnitud.
Así, grabaron algunos discos más y volvieron a escena con más ojos en la
taquilla que en el talento, con reuniones post mortem y algunos shows. Virus, la banda que introdujo mucho al
rock nacional, merece ser oída. En sus canciones se oye sutilmente parte de ese
latido de lo que alguna vez fue, el maravilloso rock argento. Van 3:
“Cantante
Farsante” (WaduWadu-1980)
“Amor
descartable” – (Relax-1984)
“Tomo
lo que encuentro” (Locura-1985)
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