Por Ana Guerberof
ana.guerberof@gmail.com
Idea Vilariño fue poeta, traductora,
profesora, letrista, crítica literaria. Raramente concedía entrevistas, muy celosa
de su intimidad, aun cuando la lectura de sus poemas desvela aspectos íntimos
de su vida, de sus amores, de su vejez. Me subí a la máquina del tiempo e
intuyo que accedió a ser entrevistada porque me creyó una loca que decía venir
de un futuro cercano y que había leído su poesía con entusiasmo.
En su familia convivían la literatura y la música. Se la conoce, en
especial, por sus poemas, pero además ha sido letrista de canciones importantes
en la historia de Uruguay como Los orientales.
Creo que cuando volvieron Los Olimareños del exilio y cantaron Los
orientales, la mayoría de los allí congregados que coreaban eufóricos no sabían
que la letra era mía. Pero sí, la música es una parte fundamental, era lógico
que escribiera algunas letras que acompañaba con el piano.
Sus letras muestran su compromiso político con la izquierda. Se quedó en
Uruguay durante la dictadura, y fue afín a la revolución cubana.
Siempre he intentado vivir con coherencia mi militancia de izquierdas. No
la he cambiado, he sido combativa de una manera pacífica, digamos.
La canción y el poema, con música de Zitarrosa, me recuerda a sus Poemas de
amor que dedicó a Juan Carlos Onetti. ¿Es el amor un despedirse?
Precisamente, la canción se basa en un poema de ese libro que se llama
Canción [Quisiera morir / ahora / de amor / para que supieras / cómo y cuánto
te quería. / Quisiera morir / quisiera / de amor / para que supieras.]. Y
contestando a tu pregunta, sí, de alguna manera la vida es un despedirse de lo
que vivimos, de esos mismos recuerdos, de nosotros, de la fuerza del cuerpo. El
amor, que es una parte intensa de esa vida, se rige por esas leyes. En el
momento de amar, sabemos que esa intensidad pasará, que nosotros pasaremos, y,
en ese sentido, es un despedirse, sí.
Me interesa su faceta como traductora. Lo hacía del francés y del inglés,
ganó numerosos premios y tradujo, durante veinte años, obras de Shakespeare que
se representaron con éxito en el teatro. ¿Fueron estas obras sus traducciones
favoritas?
Siempre traduje a Shakespeare por encargo, no por decisión propia. Sin
duda, son obras magníficas, pero era una actividad ardua que me devoraba el
tiempo, me pasaba horas tratando de encontrar el significado correcto, la
palabra adecuada. Es difícil traducirlo, ni siquiera en las versiones en inglés
se aclaran con el significado. Yo siempre intenté ser fiel al texto, pero ante
todo que el actor pudiera recitar algo próximo al público.
Ha hablado de la esclavitud de la traducción.
Sí, es un trabajo en el que estás sometido a lo que quiere decir el autor y
que requiere de un gran esfuerzo para trasmitir eso mismo en tu lengua. Soy muy
fiel cuando traduzco.
Ha publicado libros de crítica literaria donde analiza la poética, como su
análisis de las organizaciones vocálicas de los poemas de Rubén Darío. ¿Cómo
surge este conocimiento profundo de la poesía?
Mi padre, que era poeta, nos leía poemas del Siglo de Oro español en voz
alta y yo aprendí a escuchar, y a crear poemas con rima y métrica de acuerdo a
la música de las palabras cuando era aún una niña. Estuvo siempre ahí, no
surge.
Reeditó sus libros de poesía Nocturnos, Poemas de amor y Pobre Mundo, e
incluyó nuevos poemas en cada edición. ¿Cuál es su proceso de escritura?
Los reedité porque me parecieron los menos malos y que, de alguna manera,
el tema era el mismo, así que añadía a esos libros otros poemas posteriores. Yo
escribo en un cuaderno o en un papel que encuentro, no planifico ni espero un
momento en que el poema está acabado, sino que escribo de una forma más o menos
espontánea, agarro lo primero en lo que puedo escribir y lo hago, y lo repito
para ver su ritmo.
Mi libro favorito es el último, No, porque, así como el título, logra
condensar en pocas palabras sentimientos complejos que nos llegan como dardos
finos que luego nos alumbran.
Mi poesía se ha condensado con el tiempo, quiero decir de una manera que
sea sencilla, al igual que habla la gente, como todas las letras de los buenos
tangos que nos dicen con un lenguaje llano lo que sentimos con cierta habilidad
creativa.
Dice que no hay esperanza, la tachan de oscura, sin embargo, su poesía no
desmoraliza.
Sí, no soy optimista. Me sorprende que me lean precisamente por eso, porque
soy oscura. Quizás no desmoraliza porque todos queremos que alguien comparta
con nosotros esa desesperanza, ese desaliento que sentimos porque estamos
solos. No lo sé.
Idea Vilariño murió en Montevideo a
los 89 años. Catorce personas asistieron a su funeral. Ella no lo hubiera
querido de ninguna otra manera.
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