El premio mayor



“NEBRASKA”

Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com

¿Quién no tuvo un ataque de furia, o un poco de bronca, al comprobar a las cuatro de la mañana que el mensaje de texto que te despertó alarmado, simplemente anunciaba que fuiste el afortunado ganador de un auto? El enojo de algunos, puede ser la felicidad momentánea de otros. La vigencia de la publicidad engañosa subsiste debido a crédulos optimistas y falta total de control, su persistencia convierte supuestos ganadores en expendedores de dinero o desvalidos suertudos. En “Nebraska”, de partida, se observa la voluntad de toda una familia por convencer al viejo Woody de que no ganó un millón de dólares como él cree, su senil capacidad de entendimiento favorece la confusión entre truco publicitario y fortuna, realidad y deseo. Tozudo, no presta atención a nadie, sólo quiere ir a reclamar su  jugoso premio; el gélido frío, su andar encorvado, el achaque de los años no resultan obstáculos para su propósito, una y otra vez emprende caminando, ante el enojo de su familia, los cientos de kilómetros que lo separan de su montaña de dinero. David, el paciente hijo menor, conmovido, resuelve llevar a su padre en auto hasta Lincoln, en busca de un botín inexistente. El director Alexander Payne, de esta manera,  filma una película de profundos, vitales sentimientos; una road-movie, un viaje de reconocimiento, de amorosa comprensión, con fascinantes vistas panorámicas de la Estados Unidos campesina.
El actor Bruce Dern compone de manera sensacional a Woody Grant, un septuagenario de pocas palabras, quien, por momentos, parece estar desconectado del mundo. Veterano de guerra, aún bebe sin control promoviendo enfáticamente su ligera inestabilidad, su mirada ausente. Por circunstancias fortuitas, padre e hijo deben hacer un alto en el pueblo natal de Woody, esto implica reencontrarse luego de muchos años con gran parte de la familia, personas casi extrañas, unos desconocidos más pendientes de la televisión que de los recién llegados. Esta vuelta atrás en el tiempo encaja perfectamente con el gris nostálgico de las imágenes, el pasado resurge revelando historias olvidadas o jamás contadas, no faltan las recriminaciones ni la posibilidad de sacar provecho del otro, una típica velada con parientes. La popularidad de Woody va en alza dentro de la pequeña comunidad, al saberse de su millonario premio. Su hijo David (Will Forte, también magnífico), solícito y amable, no se cansa de repetir que todo se trata de una equivocación, pero es una tarea infructuosa, su padre es una celebridad local.
Nebraska” recurre a las excelentes actuaciones, al diálogo afectivo y animado, al  humor sin mordaza. La figura materna, una encantadora y malhumorada Kate (June Squibb), parece llevar la voz cantante de un matrimonio desgastado, tras muchos años de convivencia. Es la contrafigura de su esposo, el retraído Woody, con su chirriante tono de reprimenda siempre tiene algo que decir o  reprochar. Su irreverencia la vuelve una leona a la hora de defender a los suyos, aún así, su presencia nos hace sonreír.
Filmada íntegramente en blanco y negro, la minimalista falta de colores está compensada en la estridencia de sus personajes, los cuales salpican borbotones de jovial extravagancia y personalidad, inmersos en una historia simple y humana. Aquí no hay dinero de por medio, sólo la ternura conmovedora de poder complacer a un padre en sus, posiblemente, últimos deseos. Pura belleza.


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