La historia: una sucesión de recuerdos



Por Carina Sicardi  


Las imágenes asociadas a los recuerdos suelen tener un tinte especial, en donde se mezclan la nitidez de lo acontecido con lo que el tiempo les va agregando. Y aquello que cambia los colores, tiene que ver con las emociones asociadas a ellos.
Incluso es probable que ciertos acontecimientos puedan ser relatados por personas que los compartieron, de maneras tan disímiles que pareciera que alguno de los dos “ha perdido la cordura”. Los famosos reencuentros con ex compañeros escolares, cualquiera haya sido el nivel, es prueba fehaciente de lo antedicho.
Así es que, una historia muchas veces repetida a quien circunstancialmente ha prestado la oreja, pasa a ser casi desconocida de boca de otro protagonista. Aquí comienzan a surgir un abanico de opciones y dudas. ¿Le digo que no ocurrieron las cosas de ese modo?, lo que sería una sutileza o una forma de responder cuando no es tan importante la falta de coincidencia (o cuando no nos implica directamente a nosotros, perjudicándonos). ¿Lo dejo seguir con el disparatado relato sosteniendo una fingida sonrisa, creyéndonos dueños de la verdad?, pensando que ya tendremos oportunidad de encontrarnos a solas con alguien que nos sirva de corroborador.
Las opciones son muchas, pero el conflicto surge cuando logramos corrernos del trono en que nos sentamos cómodos, avalados por la soberbia, y surge la duda: ¿y si el equivocado no es el otro? Porque incluso hasta último momento es más fácil plantearlo así que pensar directamente en el error propio.
Vivir desde la certeza es lograr la tranquilidad de andar por el camino correcto, para nosotros, por supuesto, pero también es habituarnos al hecho de que el tiempo que nos lleva sostener armada nuestra burbuja, nos aleja de los otros y nos consume la vida.
Tratamos de estar en equilibrio sin entender que es una utopía y que quizás la vida sea justamente la búsqueda, por lo que tendríamos que empezar por aceptarnos como desequilibrados, sin miedo a esta palabra, que muchas  veces es tomada como sinónimo de locura.
Es tanto el temor que tenemos de estar locos, que hasta la falta de coincidencia en los recuerdos nos angustia: ¿estaré loca o tendré Alzheimer? Ante cualquier duda consulte al psicólogo…
Personajes raros si los hay: tan resistidos como amados, el loco o el sabio, lo oculto o el orgullo de decir “me estoy analizando”, el miedo de encontrarnos con lo que no estamos seguros si queremos…
Porque todo sujeto sabe sobre su historia, aun detrás de todos estos recuerdos encubiertos, aun sobre las resistencias impuestas por nosotros mismos para no llegar, eligiendo muchas veces el camino más  largo, el sintomático.
La naranja, claro está, es un elemento en sí mismo; pero por tener forma esférica puede esconder un lado amargo, o, por qué no decirlo, podrido. Presentada de una determinada manera, aparece como la solución ante un día caluroso, o un agradable digestivo después de un excesivo banquete. Pero quizás, si calmamos nuestras ansiedades y nos damos el tiempo para, simplemente girarla, podríamos descubrir ese otro lado no tan apetitoso. Esto no hace que la fruta pierda absoluta e indeclinablemente todo su encanto, simplemente será un obstáculo, un pequeño desencanto a resolver. Sigue siendo, sin embargo, una naranja.
Como los recuerdos compartidos, dolorosos o lindos, tremendos o reconfortantes, pasionales o infernales, cálidos o gélidos, describen una realidad, habrá que pensar si nos quedamos mirando el lado podrido o nos seguimos deslumbrando por el hermoso color naranja.
  
  

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