Cronistas de a pie

Acoso


Por Ana Guerberof*

Esta crónica iba a ir sobre Nueva York y la crisis del capitalismo pero se me cruzó la memoria. Se dice que para escribir un texto de calidad es conveniente no tratar un tema muy personal porque acabamos cayendo en la sensiblería y los clichés al perder la perspectiva. Por tanto, ¡aviso a los lectores!, esta crónica puede estar plagada de lugares comunes y con esto me exonero de toda responsabilidad.
Hace unos cuantos años cuando recién llegué a un lugar de renombre por la belleza de su legado árabe llamado Granada, fui víctima (esto va de mal en peor, sabrán disculparme) del famoso “bullying” o “acoso escolar”. En esa época, la práctica, aunque extendida, no estaba catalogada y, por tanto, el Instituto Lasalle (más tarde Albaicín) no contaba con un protocolo. Ante la ignorancia, la dirección y los profesores escurrían el bulto aún al ser fieles testigos de los hechos.
Y es que al migrar a un nuevo país, algunos “locales” tienen ciertas expectativas sobre el comportamiento del “nuevo”. Quieren obviamente que se integre en su cultura (o por lo menos que disimule la suya), que no la critique (se puede escuchar pero no emitir juicio, como con la familia o pareja) y que sea sumamente humilde, callado y trabajador y, a ser posible (y esto nos costará admitir a más de uno), que no sobresalga. En Francia, Sarkozy expulsa a los gitanos rumanos aduciendo que todos contribuyen, más o menos, a la delincuencia y guardan un registro sobre las diferentes etnias como en tiempos de preguerra. Alemania vira hacia una marcada intransigencia hacia los musulmanes desde el propio gobierno de Merkel. El gobierno español no se atreve a criticar la medida, ¿por posibles alianzas o porque su política se encamina hacia el mismo lugar? ¿Quiénes serán los siguientes y por qué motivos?
Volviendo a Granada, por aquel entonces, yo no sabía que debía adoptar esta actitud digamos ¿sumisa? A mi ingenuidad se le sumaba un excelente expediente académico. Los ingredientes perfectos. Mientras tanto, los compañeros liderados por su cabecilla, el sobrino del director, maquinaron un plan. Robaron un examen de ciencias naturales que compartieron con la mayor parte de la clase, con realmente tan poca vista (la inteligencia no es la característica más destacada de las masas enardecidas) que la profesora al comprobar que toda la clase tenía notas por encima de 8, cuando nunca pasaba del 5 como media, decidió aplazar a todos, incluidos los inocentes. A pesar de la injusticia, nadie protestó, no porque fuéramos de naturaleza bondadosa sino por miedo al posterior rechazo. ¡Cual no sería mi sorpresa al encontrarme a partir de ahí en una situación surrealista! El sobrino del director hizo correr el bulo de que los había delatado ante la profesora porque si no ¿cómo descubrir tan perfecto plan? La verdad es que pensé que nadie le creería pero… ahí empezó mi calvario. Les ahorro los detalles. Seguro que se los pueden imaginar.
¿Por qué ocurrió todo aquello? Puede que el sobrino del director quisiera divertir la atención de sus constantes aplazados hacia otro lugar y erigirse como líder al menos de algo, puede que sentirse menos que una inmigrante fuera demasiado para él. Es imposible saberlo. Que los países no están preparados para “lo diferente” es evidente en todo lo que pasa a nuestro alrededor a diario, pero pienso que es imposible que las personas no se den cuenta de que se utiliza a los inmigrantes como chivos expiatorios para evitar centrarse en los verdaderos problemas. Sin embargo, las reacciones de algunos grupos me dejan perpleja y acabo por pensar que todos saben que se utiliza a los inmigrantes para tapar políticas ineficaces, y quizás todos sabían que yo era inocente, pero que es más cómodo dejarnos mecer por estas ideas y así evitarnos pensar por nosotros mismos y actuar en consecuencia.
Se me acaba el espacio pero les dejo, eso sí, una foto de Nueva York para que ustedes escriban mentalmente el artículo que pudo ser. Así doy un toque vanguardista a la crónica y redimo mis culpas.

* Argentina residente en España.

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