Siguiendo con nuestra intención de ofrecer cada vez más información al lector, sobre todo aquello coyuntural y estructural que sucede dentro y fuera de nuestro país, es que aquí estamos nuevamente con 24 páginas en la presente edición.
Repasamos lo que ocurrió en octubre y brindamos datos de lo que se vendrá en noviembre.
Tan importantes son los datos para la formación de un espíritu crítico, como lo serán los números que arroje el Censo 2010 para elaborar desde el Estado, en todos sus niveles, políticas serias.
La reciente publicación del listado que realiza anualmente la ONG Transparencia Internacional, en base a un estudio realizado sobre 178 países que aparecen ordenados desde el menos hasta el más corrupto, nos sitúa en el puesto 105, sin demasiadas variaciones en relación al año pasado.
Ver que en ese mismo listado un país como Chile ocupa el lugar Nº 21, genera no pocas preguntas. No está de más aclarar que mayor es el número del puesto, mayor es la corrupción reinante.
Ese estudio es una muestra más de lo importante que es conocer, para poder comparar; y si se quiere, tomar aquello que ha dado buenos resultados en otros lados, así como descartar lo que ha demostrado ser nocivo.
Bueno sería que queramos. Y que empecemos por preguntarnos si no hemos cooperado en algo con nuestra labor diaria, para que ese sitio Nº 105 nos corresponda. Cierto es que las distancias entre, por ejemplo, el ladrón de gallinas y el que se enriquece ilícitamente en uso de funciones públicas, son enormes. Pero también es cierto que si entramos en el juego del “todo vale”, perderemos lo más valioso que hace al humano: la dignidad.
De ahí en más, toda posible crítica hacia lo demás, tendrá la inconsistencia de un castillo de papel.
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