MORIR DE PIE




“Cuando piensas en toda esa gente que conocimos y ha muerto en esa ofensiva –Guerra Civil española- tienes el sentimiento de que estar vivo es algo desleal”.
(Gerda Taro, pareja de Capa, días antes de morir)

Por Diego Costa

Robert Capa
Enrö Andrei Friedmann nació en Budapest (Hungría) en 1913, en el núcleo de una familia judía. En 1931 se vio obligado a abandonar el país por su vinculación con grupos agitadores de tendencias izquierdistas, exiliándose en Alemania donde estudió ciencias políticas y aprendió periodismo, inclinándose a la fotografía. Allí trabajó para la agencia Dephot, produciendo profesionalmente en el nuevo estilo de fotoperiodismo orientado a lo humano. Cuando Adolf Hitler llega al poder en 1933, se va a París bajo el seudónimo de Robert Capa inventado junto a su pareja, la fotógrafa Gerda Taro; se hizo pasar por periodista estadounidense y presentó la primera exposición de sus fotografías, que tuvieron una destacada repercusión. La nueva identidad fue prontamente descubierta, aun así decidió conservar ese nombre.
Luego, al estallar la Guerra Civil Española en julio de 1936, Robert Capa se traslada a ese país para cubrir los episodios de la contienda. Comprometido en la lucha antifascista, acompañó en los frentes de combate a los republicanos, consustanciado con su ideario político libertario. Documentó esta gesta utilizando la cámara Leica, pequeña, robusta y con rollo de película, que introdujo cambios importantes en el fotoperiodismo. A partir de ese momento se convirtió en fotógrafo de guerra.
Una de las fotos tomadas en esta contienda se denomina “La muerte de un republicano”. El 5 de septiembre de 1936, durante la batalla de Cerro Muriano, a la edad de 24 años, el miliciano anarquista Federico Borrell García, natural de Alcoy, muere y ese momento es captado por una instantánea de Robert Capa. La revista “Vu” publicó la foto el 23 de septiembre de 1936, perdurando como una de las imágenes místicas del fotoperiodismo.
Exponiendo las audacias de la cruzada con un estilo distintivo, Capa realiza una secuencia de imágenes donde un grupo de milicianos blindados tras un barranco, emprende una ofensiva a través de una ladera disparando al enemigo. Las tomas se suceden hasta que el miliciano protagonista de la presente fotografía, se desprende de la barricada y es abatido por las balas, instante que Capa eterniza con su cámara.

Muerte de un republicano
En el arte difuso de la imagen se muestra el retrato agónico del guerrero que cautiva el borroso tránsito de la experiencia vital del hombre a la impronta épica del soldado, detenida por el letal plomo rival y el pulso visual del fotógrafo. El plomo contundente y el pulso contingente componen un relato en la historia de los pueblos.
El joven Federico Borrell García y la naturaleza del Cerro de la Coja, situados en el cerco aciago de la lid, comunican el corolario de la lucha armada, su resultado atómico e inexorable: la muerte.
Este alegato del protagonista y el escenario de su despliegue fatal, el combatiente y el territorio hostil, se integran en la expresión dramática de una escena bélica que simboliza todas las guerras. Del mismo modo, la identificación del infante, derribado por el impacto de balas enemigas, nos abre a la genealogía universal de los ciudadanos y a las crónicas de su génesis y de sus héroes.
La escala de grises define los accidentes geográficos del terreno. La sombra del soldado moribundo resplandece opaca, como un fantasma, en el suelo que abrazará el cadáver guerrillero.
La disposición del cuerpo libertario, escalonada por sus pies, sus rodillas quebradas y sus brazos derrotados, registra la vulnerabilidad de los hombres e ilustra de heroicidad a lo humano.
En el centro de la escena el albur hurtando a Federico Borrell García, a nuestra izquierda -detrás- su sombra, los indicios desertores de su vida; y a la derecha -delante- un desierto de iniciativa, el acaecer insensible del paisaje, la quieta geografía serrana conquistando, con su naturaleza bucólica, la zona militarizada.
El arma del miliciano incapaz, otorga a la imagen los componentes de una acción guerrera detenida.
La figura del soldado retratada en la verticalidad de su cuerpo y el fusil en su mano, simbolizan la muerte de pie, encaramando el coraje y fortaleza de ideales del luchador. Cuando la muerte es horizontal, dado que la expiración iguala y que su impersonal propósito es el cuerpo, al que hiere y agota hasta su reposo definitivo, vemos en la imagen el instante plasmado de la agonía erguida del soldado, apoyada en el terreno sinuoso de la colina, teatro ladino de su respiro final.  
Así pues, el combatiente queda en el foco de la vista entre el nulo fusil y la inmanencia sedentaria del paisaje, agudizando la soledad inmortal del idealista frente a su tragedia en el agreste horizonte montés.


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