“LAZOS
PERVERSOS”
Por
Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
El
día que India cumple sus dieciocho
años se empaña de manera fatal, al morir trágicamente su padre en un accidente
automovilístico. Su desamparo, al verse privada de esa figura que la protegía y
la acompañaba siempre, se reordena en torno a dos presencias antagónicas. Por
un lado, su madre, una mujer superficial y distante; y por el otro, un
enigmático tío, hermano de su papá, recién llegado y desconocido para ella. Este
hermético triángulo no llega a componer un drama típicamente burgués, anclado en
el seno de una adinerada familia. Lazos
perversos (“Stoker”) es un thriller con un electrizante suspenso, y está apuntalado
por el trabajo férreo del director, quien impone una atractiva estética
sumamente diseñada en cada escena. El cineasta coreano Park Chan-wook tiene experiencia
en esto de conmocionar a los espectadores, basta con mirar la inolvidable Oldboy, que filmó en su país en el año 2003,
para sentir el cachetazo en pleno rostro.
Los
tres protagonistas por igual ocupan un lugar destacado dentro de la historia,
pero es India (Mia Wasikowska,
impecable) la que cohesiona la íntima tirantez de una convivencia forzada. La
apariencia de la joven define su personalidad, su vestimenta no coincide en
absoluto con su contemporaneidad. Huraña, no tolera que la toquen,
introvertida, ella se sabe diferente, distinta a los demás aunque no puede explicarlo.
Sus raras costumbres -sólo usa mocasines blancos y negros, por ejemplo-, la
enfrentan diariamente con su mamá (Nicole Kidman), con quien tiene una relación
complicada, de encontronazos frecuentes. Evie
es una mujer refinada, educada en colegios privados, frívola. A cada una le
cuesta ejecutar su rol primario de madre e hija, son opuestas, tienen cosas que
reprocharse, y la presencia masculina del tío Charlie (Matthew Goode) entre ellas, no hace más que incrementar
una tácita rivalidad y una tensión sexual de inciertas consecuencias.
La
erupción de la intriga, las sospechas de una trama secreta que subyace a todo
lo que vemos, se dispara, simplemente, con el primer plano que el director le
hace a Charlie. Su carismática y a la
vez misteriosa figura condiciona el entorno cerrado de esa enorme casa alejada
de la ciudad, y lo altera todo. Las dos mujeres sienten la irresistible
seducción de este hombre que repentinamente, tras un desgraciado episodio,
aparece en sus vidas. Seguro de sí mismo, despliega su encanto entre las
paredes del hogar, aturdiendo el estado de confusión de la joven India, quien todavía parece no saber
quién es o qué le pasa. La calma emocional que en el pasado su padre le enseñó
a controlar, ahora está sin ataduras, su vulnerabilidad es obvia. El intento
del tío por recomponer las vinculaciones filiales con la muchacha, esconde
intenciones dudosas.
En
resumidas cuentas, en Lazos perversos
la oscuridad interior de los personajes, se revela a través de hechos violentos
repentinos o prefigurados. Un erotismo asociado a lo siniestro, hace tambalear
la ética aburguesada. Los efectos de iluminación y la música del piano
confluyen a cargar de tensión psicológica el ambiente. En sí, es una película
de aprendizaje, de iniciación. India necesita
encontrar la salida de su laberinto interior, saber cuál es su destino, y en
esto lo consanguíneo resulta determinante.
“Al igual que una flor no elige su
color, no somos responsable de aquello en lo que nos convertimos”, dirá la joven. Qué pasará, el final
se acerca, lo escalofriante se intensifica, y nos cautiva cada vez más...
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