Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
Carl Sagan escribió que nació la ciencia
porque el hombre vio en la naturaleza cambios regulares; es decir, cambios
previsibles, cambios de acuerdo a un ciclo. Un mundo estable no la hubiera
generado, y uno cuyos cambios fueran aleatorios, tampoco.
Luna alterna sus fases. Su forma
cambia cada “x” cantidad de días y el ciclo se repite. El número de días para
las sucesivas fases: creciente, llena, menguante y nueva, quedó inscrito en las
semanas del mes. Siete por cuatro suma veintiocho días, casi una lunación.
Vemos aquí que nuestro satélite organiza parte del calendario. En la antigüedad
fue tan importante como el sol para datar nuestro paso por el mundo. Aún hoy
hay culturas que siguen un calendario lunar.
Luna es hija de un impacto antiguo. Un
planeta que ya no existe (bautizado Theia) chocó con una Tierra primigenia. Ambos
se fundieron en un abrazo colosal. Nuestro núcleo ganó cierta masa del
pretérito Theia y el resto, rocas y polvo, por rebote, quedó en órbita a
nosotros y formó una banda o anillo que aglutinó en el satélite que ahora
vemos. Se cree que tal evento sucedió hace 3.800 millones de años. Desde entonces,
y por efecto de las mareas, Tierra demora sus días y Luna se aleja cada año un
poquito (4 cm);
un día no estará allí.
El par Tierra-Luna es único en el
sistema: no hay otro ejemplo con tal mutua influencia. Luna, por ser tan masiva
con respecto a nosotros (1/80), actúa como un ancla y estabiliza el eje de giro
terrestre, lo cual mantiene constante la irradiación solar bajo la cual
evolucionamos los seres vivos que conocemos. Si estamos aquí, en gran parte es
por ella. Es curioso, aquel choque que suena a Apocalipsis ha creado las
condiciones para la vida actual.
Luna, Lua, Moon, Selene, Astarté, nos
adueñamos de ese mundo primero con la palabra; luego con la pluma de los
escritores más lúcidos, los fantasiosos; por último con nuestros pies. En el
año 1969 descendió sobre ella Neil Armstrong, un mercenario que se había ganado
la vida bombardeando aldeas coreanas. El tipo bajó allá arriba y dijo: Sólo un paso para el hombre pero un gran
paso para la humanidad. En fin, propaganda yanki, nomás.
Cuando ofrezco telescopios para
mirarla todos sueñan con ella, su cara sucia salpicada de cráteres es
bellísima. Una amiga, me dice: Yo la
amo... No es para menos. Luna es nuestra de la más íntima manera. Habita nuestra
literatura y las religiones, dio paso a la ciencia y mide aquello que más
queremos: la gestación. En voz antigua, luna es menós y de aquí derivan las palabras mes y menstruación. Por
supuesto, anuncia los nacimientos y tanto en la actualidad como en el pasado,
curanderas, brujas y obstetras cuentan
lunas para fechar los partos. El
significado literal de la palabra Luna es Luz, y otra vez una metáfora: nacer, dar a luz.
Para cerrar con algunos datos –que
siempre espantan- diré que Luna dista 385.000 kilómetros
de casa.
Listo, cumplí, ahora a jugar: su
diámetro es 2.6 veces menor al nuestro, de modo que podemos imaginar lo que
sigue: toma una bocha, esta será Tierra; ponla en el piso y camina cuatro
pasos; ahora, pon allí una pelotita de ping pon, esta será Luna. Ya está,
aléjate para ver la obra. Ahí tienes un modelo a escala, así es como se ven ambas
en el cielo. La una y la otra, danzando bajo la…
Uy, iba a decir danzando bajo la Luna, pero no, ellas
danzan bajo las estrellas, hasta el fin de los tiempos, para regocijo de los
hombres y de mi nieto, Leónidas, quien cada vez que lo llevo a la noche me la
señala para que la nombre, la hermosa luna.
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