SÁNDOR PETÖFI
Por Ana Guerberof / ana.guerberof@gmail.com
Buda
y Pest, dos ciudades separadas por el Danubio que se unificaron en 1873, pero
que aún conservan su identidad bien diferenciada. Buda con su Castillo y sus colinas
verdes, Pest con el imponente Parlamento, la segunda sinagoga más grande del
mundo (después de Jerusalén, claro) y el emblemático barrio judío -ahora
convertido en zona de recreo para los turistas que han invadido Budapest desde
la caída de la dictadura comunista-. ¿Quién le iba a decir al escritor judío y
ganador del único Nobel de literatura del país, Imre Kretész, que el barrio
judío, testigo de las más crueles persecuciones, se convertiría en un lugar de
moda?
Sin
duda, los conflictos políticos y sociales han determinado el destino de este
país tantas veces invadido por los imperios circundantes. Tras la derrota del
Imperio otomano, Hungría pasó a formar parte del Imperio austríaco y más tarde
del Austrohúngaro cuando Budapest se convirtió en la segunda ciudad en
importancia tras Viena. Su arquitectura actual es testigo de esa grandeza y
sofisticación. En su historia más reciente: el nazismo, seguido de la dictadura
comunista y, ahora, un preocupante giro hacia la extrema derecha en manos de su
primer ministro Viktor Orbán. Una historia tumultuosa.
Como
no podía ser de otra manera, la literatura húngara refleja estos conflictos. La
consagrada escritora Magda Szabó, que no pudo publicar durante más de cuarenta
años por encontrarse en la lista negra del partido comunista, consiguió
finalmente fama mundial con su novela La
puerta. Esta novela representa cómo son las relaciones en este país, cómo
se oculta parte de la historia familiar detrás de esa puerta real y simbólica
por miedo a represalias.
Precisamente
por esta intricada relación entre la literatura y la política, no es de
extrañar que en el centro de Pest se encuentre el museo al poeta y héroe
nacional Sándor Petöfi. ¡Un museo en honor a un poeta siempre merece una
visita! El museo es un edificio de planta neoclásica con un jardín interior
magnífico -y con una estatua de Petöfi no tan magnífica-, un jardín para
disfrutar las cálidas noches de verano tras un invierno riguroso. La casa
pertenecía originalmente al también escritor Mór Jókai. Como es costumbre en
los países herederos del comunismo, el museo tiene menos visitantes que
funcionarios, quienes, sin un propósito determinado, pasean por el lugar con
cara de pocos amigos; los más jóvenes son claramente más amables.
Las
salas siguen un orden cronológico desde el nacimiento hasta la muerte del
poeta. Cada una cuenta con elementos de la época (un sable, los trajes, un
pupitre, sus manuscritos) y apuntes biográficos en parte traducidos al inglés
(por desgracia, no todos, y el húngaro -una de las lenguas no indoeuropeas del
continente-, créanme, no es intuitivo). Por lo tanto, la primera, nos explica
que Sándor Petöfi nació en Kiskoros en 1823 en el seno de una familia de
ascendencia eslovaca -en Centroeuropa, las fronteras han seguido un fluctuante
baile dependiendo de quién ganara un conflicto-, humilde pero con medios suficientes.
Tras
un paso no demasiado brillante por la escuela, Sándor se enlista en el
ejército, pero pronto abandona la carrera militar porque se da cuenta de que no
es lo que busca. Da un cambio radical de estilo de vida y se inicia como actor
en una compañía de teatro donde obtiene solo papeles secundarios. En ese
momento, comienza a escribir poesía frenéticamente y abandona la
interpretación. Se traslada a Pest y tras publicar sus poemas en distintas
revistas, adquiere notoriedad. A la vez que intenta cambiar la poesía del
momento, es un innovador en la forma y el contenido, se interesa por los
problemas políticos y sociales de su país. Comienzan los temas constantes en la
vida del poeta: la libertad y el amor. Libertad, amor / ¡Libertad, amor! / Preciso
de ambos. / Por mi amor sacrifico / la vida, / y sacrifico por la libertad / mi
amor.
En
1846 conoce a Júlia Szendrey con la que se casa, a pesar de la oposición de la
familia de ella, y tienen un hijo: Zoltán. Hungría está en ebullición política
y Petöfi junto con otros intelectuales de la ciudad encabeza un movimiento
revolucionario llamado los Jóvenes de marzo que demanda al gobierno de los
Habsburgo una mayor autonomía. A pesar de haber sido el líder de la protesta
popular, no consigue entrar en la Asamblea y, por consiguiente, en la élite
política del país. Se desilusiona, pero sus deseos de ver una Hungría libre no
cesan. Se enlista entonces en las tropas revolucionarias que inicialmente
vencen a las tropas austríacas, pero estas últimas, ayudadas por los rusos,
logran la victoria final. Petöfi desaparece en la batalla de Segesvár en 1846.
Tenía 26 años. Sorprende, y acompleja en cierto modo, que con esta edad Sándor Petöfi
consiguiera ser militar, actor, poeta, político, marido, padre y héroe
nacional. Pero ya lo decía el propio poeta en su famoso poema Canto nacional:
Hombre ruin ha de ser y miserable / El que no ose morir, si es necesario; / El
que egoísta, acaso haya antepuesto / Su despreciable vida al honor patrio.
Budapest
es una de las ciudades más bellas de Europa y, al contrario de París o Londres,
cuyas fotografías tantas veces reproducidas se anticipan al viaje, se revela
poco a poco; cada hallazgo es una sorpresa maravillosa. El visitante se va con
la sensación de que queda mucho por descubrir aún y que algún día volverá. Pero
me gustaría acabar esta crónica con un consejo muy práctico: si visitan la
ciudad, tengan cuidado con los controladores de los tranvías, dignos herederos
de la policía secreta del régimen comunista, porque cualquier anomalía con el
billete será un pretexto para una multa innegociable con amenazas de cárcel
incluidas.
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