Contratapa / Cien veces sí debo


Por Alejandra Tenaglia

La invención de un sistema de numeración, nos brindó una herramienta que permite de algún modo, mensurar el tiempo, los hechos, los objetos. Esa cuantificación nunca está desprovista de subjetividades, basta pensar en cada nuevo propio cumpleaños, con sus ineludibles derivados emocionales.
Cuando la decena cambia o las cifras aumentan, se intensifica ese fervor, entremezclando sensaciones que nos pueden llevar de la alegría a la congoja (o a la inversa), sin estación intermedia. Los 40, los 50, los 60, los 100; sean años, estampillas, autitos de colección o días de dolor. La abstracción que caracteriza a las matemáticas se hace así palpable y la materia late, emite su aroma encantado, su rancio voltaje, su mixturado espesor. Hay tanto follaje inalcanzable a nuestro entendimiento. Somos tan pequeños y fugaces. Nos encontramos a menudo en situaciones, en las que no podemos sino dilatar las pupilas, abrir los poros, suspirar largo, darnos el sano gusto de ser contemporáneos con el instante, uno con él… La magnitud de un paisaje; el vuelo danzante de un pájaro; una mirada chispeante; el intrépido perfume de las fresias; la cercanía perturbadora de esa piel; el sol escabulléndose entre las ramas en un nuevo atardecer. Y aunque no lo pensemos, no lo sepamos, no lo queramos reconocer, enfrentamos a cada segundo decisiones que pueden cambiarlo todo. Hacemos lo que podemos…

En cada una de las 100 ediciones de El Observador, tuve temor de que no lo logremos, que la publicación no llegue a la calle. Las supuestas razones abarcan todos los imponderables imaginables, fácticos, económicos, intelectuales. Sin embargo, a pesar de la incertidumbre, algo me sentó en la silla de trabajo vez tras vez. Será que, arrojarse al caudal de lo anhelado, disminuye el rigor de lo bravío. Consolida, también, una fe que mucho se parece al deber que impone la ley. El mandato interno, triunfante se impone. Entonces, debo. Cien veces, sí debo. Porque puedo labrar un credo nuevo por día, sobre las bondades que la comunicación es capaz de brindar a la humanidad. Mas, pocas veces sucede... Acaso por eso, lo seguiré intentando, hasta donde me dé el alma.


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