Baldosa floja


Sanseacabó

Por Alejandra Tenaglia

Aunque usted no lo crea, la palabra que obra como título existe en el diccionario, el cual señala que es una expresión coloquial utilizada para dar por terminado un asunto. Viene entonces de maravillas para comenzar este relato, cuya protagonista es una dama que reúne muchas de las condiciones de aquella, a la que comúnmente llamamos: “una señora de su casa”.

A mí, molestar me molestan muchas cosas, pero todo lo corto por lo sano. Si la vecina me mira con cara fea porque no barro seguido la vereda y se le van las hojas secas a la suya que siempre la tiene brillosa como mesada de mármol, le sonrío generosa y le duplico el saludo. Si el verdulero me dice que no toque por favor la mercadería, le explico que necesito verificar con mis dedos si los tomates sirven para salsa o para ensalada, y avanzo con el tanteo. Si la maestra me llama porque alguno de los nenes no se porta bien, le sigo la corriente y después le pregunto: ¿Usted tiene hijos? Ya va a entender cuando los tenga… Claro que en casa después los agarro y les reclamo con razón: ¡Para eso me deslomo todo el día! ¡Para que me hagan quedar para el demonio en la escuela! Porque una cosa no quita la otra, ser cortés no significa ser de madera sin sangre en las venas. Pero trato de usar las técnicas de respiración que aprendí en yoga, mirar a mi alrededor y ver que hay cosas peores; y sobre todo, trato de no dejarme ganar por las sensaciones violentas. Porque las tengo, no creas que no. Por ejemplo, me crispa los nervios que el basurero no pase todos los días a la misma-exacta-hora, no hay nada más feo que levantarse corriendo cuando escuchás el camión, todo en vano porque aunque le grites ¡espereeeeee!, no pone marcha atrás ni por error. Otra cosa que me molesta es ir al baño y que ninguno de los que vive en casa se haya ocupado de poner un rollo de papel higiénico en lugar del que se terminó. Y ni hablar de la pasta dental, son capaces de estrujarla hasta dejarla irreconocible con tal de no ir al mueblecito a buscar una nueva. Y el agua… la botella de agua en la heladera siempre vacía. ¡Es lo único que tomo todo el día! Agua, agua y más agua porque leí en una revista que es buena para la celulitis, la piel y etc. ¿Vos te pensás que se acuerdan de llenarla por lo menos una vez al mes? No, tambaleando la encuentro a la pobre en la puerta… No sabés lo mal que me siento, porque además de quedarme con las ganas, pienso: ¡A esta gente le importo menos que un zapallito! Mirá, no es casual que te nombre a los zapallitos. A mi marido le gustan en tortilla, y a mí la tortilla no me sale, qué se le va a hacer, todos tenemos imposibilidades. Pero se los hago revueltos, ¿¡no es lo mismo!? Una y otra vez el muy malcriado me repite: qué lástima que no los hacés en tortilla, me acuerdo que mi vieja hacía una de linda… La vieja -como él la llama y suena bien pero si lo digo yo suena agresivo-, es un tema aparte. Es quinielera y chusma como pocas, pero además está convencida de que su hijo merece una mujer que reúna las virtudes de todas las chicas de Utilísima, luzca como princesa, sea inteligente, bien hablada y mejor madre. Si yo tuviera todo eso, de más está decirlo, no sería la ama de casa de su hijo. Pero tampoco a ella le digo nada, porque te repito, lo mío no es el enfrentamiento. Yo respiro profundo, sonrío, me voy a casa y cuando todos duermen, me prendo al facebook. Ahí, usando otro nombre, mando mates, abrazos, besos; chateo con desconocidos y conocidos que no saben quién soy en realidad, discuto, puteo, me quejo, escribo frases de amor, arreglo citas a las que nunca voy, cuento verdades; me distraigo un rato y sanseacabó. Así que no sé, ¿te servirá esto para tu columna?...  


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