El tiempo es un imposible



Por Carina Sicardi

Enfrentarse con la hoja en blanco es al mismo tiempo tanto un desafío como un imposible. Es un desafío poner en palabras escritas aquello que alguna vez fue o es un pensamiento,  y un imposible si consideramos el comienzo como una instancia de eterno presente, sin pasado aparente.
Como resulta tan difícil decidir en la abundancia como en la escasez, se agolpan tantas palabras que cuesta darles un orden. Pero justo cuando estaba a punto de sentir que me ganaba el silencio, recibo un mail de mi amiga Elisa, y aunque debo confesar que no me detuve demasiado en el texto del autor, sí lo hice en sus palabras. Ella, como desde el momento en que la conocí, confía en mí y me cuida a la distancia. Me decía que había encontrado algo que me serviría para escribir, y se llama: “Real y concreto”.
Lo concreto parece contraponerse con lo subjetivo, es más, muchas veces suele ser usado como lo objetivo, lo real, lo incuestionable, lo que es. Se terminan largos discursos comenzándose a decir: concretando…  O sucede que es el interlocutor quien, cansado de lo que considera una larga exposición, dice: ¿concretando?, lo cual indica que el tiempo de atención ha culminado.
Parece ser que la palabra ha quedado en desuso. Tan apurados estamos, que detenernos en esta alocada carrera en que se ha transformado la vida para escuchar  a otro, es casi una tragedia.
“Eso YA me lo dijiste”, solemos enfatizar, sin poder pensar por qué el otro necesita repetirlo, o mejor dicho, necesita o quiere decirlo nuevamente.
Es que como el tiempo no para, aquello que obtiene un significado en nuestras vidas quizás merezca ser contado otra vez, con otras palabras, con otros personajes en la escena, en resumen: con otro que nos aleja de la soledad.
La soledad es un sentimiento real pero una realidad imposible. Aun proponiéndonos y deseando estar solos, el entrecruzamiento discursivo nos excede y nos incluye. Estamos solos cuando así lo decidimos, poniendo distancia de otro que está allí, a veces a pesar de nosotros mismos, pero está: distante, ausente, oculto, olvidado,  formando parte de nuestra historia.
Transitando el tiempo en que las abreviaturas son más protagonistas que las palabras que representan, emprender el proyecto de un mensuario parecía una quijotada. Generar un espacio de información que, además comunicara, es de soñadores. Un sueño real y concreto en un diálogo maravilloso, en donde el concepto de tiempo se vuelve mezquino.
Porque la palabra marca, somos la palabra. Aun al silencio, conceptuado como la ausencia de sonidos, solemos darle  significado con la palabra.
“Las palabras que no dice la boca y las lágrimas que no lloran los  ojos, las dicen o lloran otros órganos del cuerpo” recuerdo que decía uno de mis profesores. Por eso el silencio duele…
El verdadero sentido de reemplazar al silencio por la palabra, es la búsqueda del equilibrio entre el pensar, el decir y el hacer, teniendo en cuenta que para que la comunicación exista debemos registrar que hay otro al que trascendemos y marcamos con nuestros decires, que también tiene una historia y un camino recorrido que se entrecruza con el nuestro quizás para no volver a hacerlo nunca más.
Por eso el tiempo es un imposible: un pasado que resignificamos según la palabra del presente, un presente tan efímero que no se puede cuantificar con los conocidos métodos de medición, y un futuro de expectante incertidumbre. Sólo es cuestión de tiempo…


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