Psicología


SOBRE LA PSICOLOGÍA DE CAFÉ

Por Carina Sicardi

Sábado a la noche: reunión “psi”, lo que no es otra cosa que un encuentro con mis amigas de Facultad, enmascarada detrás del casamiento de una de ellas.
Lluvia, viento, distancia, todo parecía confabularse para que el encuentro siguiera siendo sólo un deseo o una vana promesa tantas veces postergada. Pero allí estábamos, con las cabezas simulando al Rey León, producto de la infructuosa labor de esquivar las gotas de lluvia y la humedad, enemiga de toda elegancia; estirando los cuellos para descubrirnos entre la gente (yo más que nadie, debido a mi esquema corporal).
No estamos tan mal, concluimos, ya que no se hicieron esperar los abrazos y la emoción contenida. Nos habíamos reconocido…
Una vez más, el pasado se hace presente en el relato. Momentos queridos, despedazados de tanto revivirlos y vueltos a armar desde los detalles que cada una le iba agregando. Personas, palabras, discursos diferentes que iban conformando el maravilloso cuadro de los seis años -y más- compartidos.
Me alejé con el pensamiento -cuando pude dejar de hablar un rato-, y las miraba. ¡Qué grupo heterogéneo! Las confluencias de ideas, costumbres y cultura de los diferentes lugares de origen, daban por resultado una gama de colores que llamaba la atención, por la concordancia con la famosa frase proveniente de la psicología gestáltica: “el todo es más que la suma de las partes”.
Tuvimos una misma formación: la Universidad Nacional de Rosario, pero luego los caminos se bifurcaron y cada una siguió el rumbo que creyó el mejor. ¿Estábamos dispuestas a poner sobre la mesa el porqué de cada elección sin que medie una acalorada discusión sobre teorías psicológicas? Siempre había sido así, el encuentro con la verdad nos llevaba a no pocos enojos, puesto que ninguna cedía lo suficiente; en general, mascullábamos nuestra bronca, poniendo en evidencia nuestra utópica soberbia intelectual.
Inevitablemente, surge la pregunta: ¿en qué estás trabajando vos? Miradas de interrogación: ¿quién empezaría a hablar?
Desde las primeras clases en la Facultad, nos enseñaron sobre las diferentes teorías psicológicas, con sus exponentes, filosofías, prácticas y detractores. Psicoanálisis freudiano, lacaniano; teoría gestáltica, comportamental, transpersonal, psicoterapia, etc., cada una tan enfrentada con la otra que parece no existir forma de acercamiento. Y la nueva, la del nombre difícil, la más emparentada con la ciencia médica: psicoinmunoneuroendocrinología.
En el actual estado de las palabras, utilizar una tan larga es un desafío; y encontrar aquella teoría que más nos “cerrara” para abordar nuestra práctica, más todavía.
En los últimos tiempos la psicología se ha popularizado tanto, que pasamos de “un lugar a donde van los locos”, a “hoy estuve haciendo de psicólogo”. ¿Alguna vez se escuchó “hoy estuve haciendo de ingeniero”? Algo habremos hecho mal para que todo aquel que escuchare a un amigo hablar de sus problemas, se crea Freud redivivo…
Los caminos elegidos para transitar la vida, evidentemente fueron de la mano con la elección teórica. Una de ellas, la más osada y combativa, residente en Capilla del Monte (Córdoba), dijo: Yo trabajo para Cristina, doy clases, adhiero a la psicología transpersonal, terapia floral y estudié teoría gestáltica… Silencio. Miradas esquivas y carraspeo seguido de un psicoanalítico: ummm… La explicación siguió por la descripción -casi fanatizada- de Capilla del Monte como el pequeño universo “que toda las personas del planeta quieren habitar”. Otra trabaja para el Ministerio de Justicia en el programa de Libertad Asistida; otra en Salud Pública para prevención; y la última, después de vagar por senderos serranos, se enfrenta con la imposibilidad de llevar la teoría psicoanalítica al ámbito hospitalario, en donde la gente le golpea con ímpetu la puerta al grito de “dame un turno o le digo al intendente”. Diferentes recorridos.
Yo me formé en tres instituciones de provincias distintas, como distintas son las teorías que las avalan: bien federal. Y me quedo con esto: no hay teoría que cierre para todos los pacientes, cada historia es única y mientras tengamos claro nosotros, los psicólogos -no los que juegan a serlo-, desde dónde pensarlo, el espacio terapéutico se construye allí donde existe la transferencia.
Prometimos volver a encontrarnos, con la alegría y la emoción de lo compartido y el sinsabor del final… Al otro día recibo un mensaje pidiéndome que publique fotos; y otro, de las tranquilas sierras cordobesas, con la misma demanda en un: ¡Las fotooos!!! ¿Ansiosa yo?


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