Mar adentro

LA MATERNIDAD

UNA CONSTRUCCIÓN SOCIAL

Por Marina Moya

Si uno pudiese representar a una madre, seguramente la haría cálida, suave, dulce… hasta la misma noción de algo “maternal” refiere a una especie de refugio donde el cuidado, la atención, el amor, son condiciones presentes en aquella idea. Pruébelo usted mismo. “Figura maternal… actitud maternal… disposición maternal…” todo parece estar emparentado con una idea unívoca respecto al “ser materno”.
Pero en esta actitud continua de cuestionar las cosas tal como aparecen, podemos empezar a revisar el concepto y la idea de “la” madre del capitalismo, occidental y cristiano. Esa sumisa mujer que posee condiciones naturales de acogimiento. Que está en condiciones de “dejar su vida” por sus retoños. Que posee un instinto natural que la transforma en un ser preparado para “criar”. Obviamente no existe en estado puro, aunque sí la realidad las tensa constantemente con ese ideal de “madre”. Tal como se puede ver en la televisión cuando muestra un modelo de madre-mujer completa que no sólo es joven y bella, sino que todo lo puede en su trabajo, en su vida, en su roles. Es la historia vivida en carne propia por las famosas de la tele – Maru Botana, es un ejemplo- que son un éxito antes, durante y después de que las atraviese lo materno. Pasan el embarazo y el nacimiento como si nada las turbara. En ocasiones enarbolan con orgullo haber vuelto a la tele “dos días después del parto”. Ahora bien, no podría dudar que serían de las primeras y de las más decididas y resueltas en caso extremo a resignar su tiempo a favor de esos niños, aunque sea justamente por “presión social”.
Proporcional a esta especie de “mandato” social de ser y hacer todo a la perfección, es el nivel de alienación a los preceptos del sistema. Se emparenta obviamente con facilidad con una clase social determinada, la que detenta los medios de producción y servicios.
Se escucha decir “toda mujer quiere ser madre…” o “una mujer se realizar cuando es madre”, y se critica y desprecia la actitud de aquella que no lo elige o desea. Más aún, se vuelve desdeñable aquella mujer con hijos que toma decisiones de abandono material, como puede ser una entrega para adopción. Ahora, habrá que ver cuántas de nuestras maternidades son elecciones libres y cuántas son producto de imposiciones culturales.
Mientras sigamos pensando en una madre impoluta, mientras sigamos sacralizando los conceptos que giran en torno a lo materno –lactancia, crianza, educación, hábitos-, en el sentido de seguir tiñéndolo de la pureza de lo “romántico”, más iremos alejándonos de las posibilidades reales de ser madres.
Entonces, repasando, la maternidad no es algo natural, es una construcción social. En nuestra sociedad nombrar a la “madre” es hacerlo desde un lugar simbólico impuesto por el capitalismo, con intereses que juegan a favor de la reproducción social. El rol materno es un rol que permite la reproducción de los hombres en tanto tales. No se constituye de la misma forma en todas las sociedades ni en todas las clases sociales. La sociedad de consumo se reinventa por los cambios y aporta a la figura materna nuevas características. Primero las mujeres estaban en sus casas, luego de la revolución industrial y como una forma de poder contenerlas dentro de las fábricas se invento la píldora anticonceptiva; entonces se podía planificar cuándo y cuántos hijos tener.
De ese modo se evidencia claramente que, nadie puede escapar al proceso histórico en el cuál le toca vivir, con sus presiones, mandatos, estigmas, apareciendo muchas veces todos ellos de manera invisible, es decir, sin que podamos advertir con nitidez la fuerza con la que nos influencian o determinan. Pero, como decíamos al principio, no aceptar los conceptos tal como nos aparecen sino entender que cada decisión que toma una madre implica una tensión entre el ideal que la sociedad sostiene y sus propios sentimientos, muchas veces, contradictorios.

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