Texto: Alejandra Tenaglia
Podría reconocerlo en medio de la mayor oscuridad, si dejaran caer tan solo un rayito de luz sobre sus manos. Sus manos, que siempre me han cautivado. Desde que éramos chicos y recorríamos juntos bares y noches. Él, ahora, sentado una vez más en el borde asiento, haciendo música y magia. Yo, atenta al equipo de sonido y convencida de que jamás, me tomará con el cariño que a ella le prodiga…
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