DE A UNO – DE A POCOS – DE A
MUCHOS
Por Alejandra Tenaglia
Andrea Salamaña es dueña, junto a su
marido, de la “Despensa y Fiambrería Rafael”. Allí ambos realizan todos los
roles, se encargan de las compran, son repositores y atienden al público. Pero
a pesar de que trabajan codo a codo, la dama de 48 años es nuestra
entrevistada, no porque nos hayamos puesto a medir esfuerzos realizados sino
por una determinación impuesta por la fuerza de la costumbre que la ha
convertido a ella en referente de su negocio, ¿o no a oído o dicho usted mismo
“andá a lo de Andrea”?
¿En qué consiste tu rutina de
trabajo?
Abrimos el negocio a las 7, recibimos primero de todo el pan y las facturas,
y después los distintos proveedores. Por la ubicación del negocio (sobre una
ruta nacional), es necesario que esté abierto muchas horas para aprovecharlo al
máximo. A medida que va llegando la mercadería, se calcula el precio, se marca
con etiquetadora y se coloca en su lugar. A las 13 cerramos y volvemos a
reabrir a las 15 hasta las 21.30. El día se alterna entre atender gente,
acomodar mercadería y, al cerrar, se deben cargar las heladeras con bebidas y
limpiar los mostradores, la máquina de cortar fiambres y las balanzas, aunque
bien temprano a la mañana, mi mamá, con 84 años, repasa toda la limpieza con un
trapo húmedo para que quede prolijo. Los domingos es el único día que hacemos
de 8 a 12 y media y de 16 a 19.30.
Cuando comenzaste con el presente
trabajo, ¿tuviste la posibilidad de elegir entre este y otro/s? ¿Por qué elegiste
este?
Yo había hecho durante 12 años trabajo de oficina sin atención al público,
y al ser despedida de Aceitera Chabás, tuve que buscar una inversión para la
indemnización y busqué algo para hacer desde mi casa porque estaba embarazada
de mi segunda hija, Victoria. Empecé con un kiosco en la ventana de mi comedor
y después me pasé a la esquina con un almacén que ya ampliamos dos veces. No
había mucho para elegir, las circunstancias no daban para elegir otra cosa pero
no me arrepiento.
Cuando eras chica ¿qué soñaba con
ser o hacer de grande?
Muchas cosas. Me gustaba mucho el trabajo contable, de oficina. Siempre me
gustó la contabilidad, aunque también me gustaba mucho la historia. Me hubiese
gustado hacer un estudio universitario, pero mi situación económica no lo
permitía y terminé trabajando antes de terminar la secundaria.
¿Cuál es el motor que te pone en
movimiento cada mañana, para salir a trabajar?
Mis hijos. No hago más que pensar las 24 hs. en mis hijos. Quiero que
puedan ser lo que quieren ser, estudiar, recibirse y hacer un futuro de la
profesión que eligieron.
¿Qué sentís que aportás con tu
trabajo?
Un servicio al cliente, disposición horaria, variedad de productos y una
relación de amistad con muchos de ellos.
Además de un sueldo ¿tu trabajo te
aportó algo más? Sí (aunque no cobro un sueldo porque este es un negocio
en el cual no siempre entra la misma cantidad de dinero), conocí muy buena
gente y sociabilizo permanentemente, charlo con mis clientes y los conozco. A
veces no es fácil ya que todos tenemos nuestros problemas: los que vienen a
comprar y yo también, por eso hay que tratar de pulir el trato con la gente y
tratar de dejar la mala onda dentro de tu casa y poner la mejor a la hora de
atender a los clientes. Atender a los proveedores también es estresante, sobre
todo a la hora de discutir precios y asegurarse de que las condiciones de venta
se cumplan.
¿Sin qué objetos te sentís “desarmada”
a la hora de trabajar?
Los lentes, que pierdo a cada rato pero son mi herramienta más importante;
sin mis lentes no veo nada, ni los precios de los productos, ni su fecha de
vencimiento, etc.
¿Qué es lo que más disfrutás de tu
trabajo?
Tener la charla diaria con el vecino, con el amigo, que te cuenta sus
cosas, de sus hijos. Es como ir a tomar un café con ellos a hablar de cosas del
barrio, de los familiares, de cualquier cosa. Eso lo disfruto. Aunque a veces
preferiría no escuchar ciertos problemas que son demasiado personales. Después,
tener un trabajo con mi marido todo el día implica cosas a favor y cosas en
contra. A favor, es que estamos en contacto permanente con lo que nos pasa,
pero a veces es difícil que no se mezcle lo personal con lo laboral. Pero hemos
estado 20 años juntos en este negocio y todavía seguimos unidos, lo que no es
fácil.
¿Qué es lo que menos te gusta de tu
trabajo?
En este momento, está complicado por el tema de que falta mucha mercadería,
hay que estar atento con los precios, hay que estar muy pendiente de la lista
de precios y todo se remite a números y hacer cuentas todo el día, lo que se
hace tedioso. Otra cosa es la poca disponibilidad de tiempo libre con este
negocio. No tengo tiempo para nada propio. Mi casa sería un caos si no fuera
por mi mamá ayudando todo el día. Tampoco me gusta la irregularidad de los
ingresos. A veces se vende y a veces no y esto impide proyectar a futuro.
¿Qué cosas te enojan?
Me molestan las injusticias, la hipocresía, los acomodos, la falta de
ética, la falta de dedicación a lo que uno hace, la indiferencia a la familia.
¿Le temés a algo? ¿A qué?
Sí, a lo que más le temo es a quedar imposibilitada a valerme por mí misma.
¿Tenés alguna frase de cabecera?
“Algunas cosas sí, algunas cosas no”. No hay nada que me guste un 100 %. A
cosas buenas le encuentro cosas malas y a las cosas malas le encuentro cosas
buenas.
¿Cuándo te gustaría “bajarle la
persiana” al trabajo?
Cuando mis hijos tengan sus vidas hechas. No dejaría de trabajar pero
trabajaría menos horas. No sé qué haría si no trabajara. Trabajé toda mi vida y
no sé qué haría con mucho tiempo libre. Probablemente me encontraría otra
ocupación.
¿Qué te gustaría hacer en ese tiempo
que te quedaría disponible?
Me gustaría tener nietos, sacarlos a pasear y cuidarlos. Leer, si es que aún
veo. No viajaría porque no me atrae la idea, me gusta mucho mi casa y me
quedaría acá. Será porque en estos veinte años no la disfruté y me gustaría
disfrutarla.
¿Qué es la vida?
Es un camino que uno elige recorrer, con sus cosas buenas y sus cosas
malas, en busca de su propio destino.
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