LOS ‘90
Por
Nico Raterbach
Sencillo abordar los noventa desde lo
musical, o al menos desde la riqueza. Una escena notable de un filme mediocre
de la década, deja la semblanza de que cuando hay destrucción, caos, se genera
actividad, movimiento, vida. Un planteo asimoviano. Y eso precisamente es lo
que sucedió en este prolífico decenio. Veamos la frescura del primer lustro.
Después de Nirvana y la inyección de adrenalina que le dio al rock, muchos
tomaron la posta. El grunge, el género de los universitarios desarrapados, se extendió
metastasicamente en los cimientos de la música. Atravesó todo y en esa línea,
pero con aportes propios, Alice in Chains, Pearl Jam, dieron maravillosos álbumes.
Los prejuicios desaparecían en lo estético, lo compositivo y daban pista libre
a varias propuestas que otrora se hubieran marchitado. Así la osadía era
premiada, pero por sobre todo, la originalidad. Ninguna banda se diluía en el
talento de otra, en líneas generales. Los Red Hot Chilli Peppers se consolidan,
estallando música y escenarios. Jane’s Adiction, la banda del loquísimo Pery Farrel,
es una joya, un diamante en bruto y pulido a la vez; la furia, la ironía y la
decadencia sonora que se disuelve en el 91, pero impregna todo y da lugar al
“rock alternativo”. Con el hip hop ya habiendo roto las fronteras de las
barriadas de la costa este y oeste de EEUU, y con pretensiones de instalarse en
los suburbios de las clases acomodadas gringas, se expande multiculturalmente.
Los latinos residentes en el país del norte invaden el género. Cypress Hill, el
rap blunter (marihuanero) por naturaleza, crea samples y canciones memorables.
En Boston, unos tipos blanquitos, descendientes de irlandeses, la rompen: House
of Pain, dicen llamarse. Y tratándose de blancos rapeando, los noventa le
pertenecen a esos tipos que mientras graban juegan al PGA Golf en la play y
crean temas perennes: Los Beastie Boys, que estaban lejos de esa presunción de
chico de gueto. Tal vez “Ill Comunication” es el disco dorado de la primera
mitad de la década. En Europa, la multiculturalidad, el resurgimiento del
fascismo abiertamente, crea la contracultura desde la música también y la
integración de géneros rockers y letras ideológicamente activas. Tal vez Mano
Negra es el exponente mayor; pero en la Francia apática de Miterrand, otras
expresiones que pasaron desapercibidas en occidente rozan la excelencia, tal es
el caso de Raymonde et les Blanc Begs, la banda liderada por la bella Zin Zin. También
en Alemania suceden cosas aunque en menor medida. Indaguen, allí esta lo feliz
de la red. Envalentonado por el sacudón
grunge, el punk se lava el rostro y también estalla. Sucede una invasión de
bandas, que denominan “melódico” al subgénero, y lo hacen digerible a un público
más amplio. Si bien repetitivas en casi todos los aspectos, y de dejar la
sensación de que un disco es exactamente igual al otro, tienen en algunas
agrupaciones, canciones y CDs, puntos notables. Rancid, Pennywise, NOFX y desde
Suecia Millencollin, merecen la pena ser escuchadas, un poco alejados del
eclipse que produjeron Green Day y Offspring. MTV era un canal de música. Music
21, su vertiente under por momentos. Las calles se llenaban de remeras con
tapas de discos. Los Ramones venían una vez por mes a tomar la leche a nuestras
casas. El barro de Woodstock salpicaba otra vez a millones de jóvenes que se
liberaban del oscurantismo publicitario de la década anterior. El mundo era
nuestro. Un horizonte optimista y esperanzador se vislumbraba. Nada importaba,
ni siquiera ser atrapado robando, como cantaba el gigantesco Perry en el
apologético “Been Caught Stealing”. Nada podía empezar mejor.
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