SIGMUND
FREUD
Por Ana Guerberof / ana.guerberof@gmail.com
En el número 19 de la
calle Berggasse en el elegante distrito nueve y no demasiado lejos de la Viena
imperial, se encuentra la casa donde Sigmund Freud vivió y estableció su
consulta médica en 1891, casa ahora convertida en un museo con una importante
biblioteca dedicada al psicoanálisis de más de 35.000 volúmenes. Una calle
apacible que albergó a uno de los hombres que cambiaría de forma radical la
concepción de la personalidad, de nuestra sexualidad y del tratamiento de las
enfermedades mentales y, con ello, el pensamiento y el arte contemporáneos.
Freud nació en Freiberg
(ahora Pribor en la República Checa) en 1856 y fue el mayor de seis hermanos de
una familia judía. Debido a que atravesaban problemas económicos decidieron trasladarse
a Viena cuando Sigmund tenía tres años. Aquí vivió la mayor parte de su vida y
aquí también estudió Medicina. Al graduarse trabajó en el Hospital General de
Viena, pero pronto su interés se centró en el estudio de las neurosis. Viajó a
Francia donde se familiarizó con las técnicas de la hipnosis, una pieza clave
en la creación de su propio sistema.
Freud se plantea un
método aparentemente sencillo pero novedoso: si los pacientes aquejados de
neurosis recordaban durante la hipnosis sucesos de la infancia reprimidos en la
edad adulta y al despertar olvidaban la conexión realizada en el estado
hipnótico, se podría aplicar una técnica que permitiera mediante una asociación libre de ideas, recordar ese suceso reprimido
estando despierto. Entonces, al conocer la causa en un estado consciente, y
enfrentarse al suceso reprimido, los síntomas desaparecerían. Por este motivo,
decide que el paciente se tumbe en un diván de forma que le permita estar
relajado, mientras el psicoanalista se sienta en una silla colocada justo
detrás para no interferir en la historia que el paciente hilvana libremente, y
solo hacer comentarios en momentos puntuales para mostrar conexiones
importantes. El mundo médico de entonces le da la espalda porque considera que
su método no es científico. Freud decide entonces establecer una práctica
privada y se traslada a esta casa.
Una amplia escalera de mármol nos lleva a los apartamentos 3 y 4 donde
vivían Freud, su mujer Martha y sus seis hijos. La parte que da al exterior del
amplio departamento era la residencia familiar y, más tarde, algunas de las
habitaciones se convertirían en la consulta de la hija menor de Freud, Anna,
también psicoanalista y quizás la gran conservadora del legado de su padre. La parte de atrás tiene un sector independiente por
donde entraban los pacientes. Desde una pequeña entrada
se pasa a la sala de espera, la sala de consulta y el estudio privado que da a
un patio interior custodiado por dos grandes árboles y donde Freud escribiría
gran parte de obra: Estudios sobre la histeria, La interpretación de los
sueños, Psicopatología de la vida cotidiana, Tres ensayos de teoría sexual,
entre muchos otros.
La entrada se conserva casi intacta. Aquí todavía están sus sombreros,
un bastón, un maletín de médico de cuero ya gastado y una vieja maleta de
viaje. El profesor era un gran aficionado a los viajes, y los aprovechaba para
dedicarse a la lectura y a la escritura. Desde la entrada se pasa a la sala de espera
que se ha reproducido fielmente gracias a las aportaciones de Anna Freud. Unos
sofás rojos de terciopelo con cojines ayudaban al paciente a sentirse cómodo
antes de entrar en el consultorio. Es aquí donde se realizaban las famosas
reuniones psicoanalíticas de los miércoles que fueron la base de los futuros
congresos de los que también se pueden ver algunas fotografías. Stanley Hall,
Carl Jung, Abraham Arden Brill, Ernest Jones, Sándor Ferenczi y el propio Freud
retratados aquí antes de la separación que tanto apenaría al profesor. En las
paredes se encuentran los diplomas y los premios recibidos (incluido al
prestigioso premio literario Goethe), que no se encontraban allí en la época,
además de estatuillas, artefactos y objetos arqueológicos de las culturas
occidentales y orientales.
Tras la anexión de Austria por parte del Tercer Reich, Freud, junto a
su familia, se ve obligado a huir de Viena el 4 de junio de 1938; su vida
estaba en auténtico peligro, la casa había sido allanada en repetidas ocasiones,
sus libros quemados públicamente y Anna arrestada por un día. En esta huida y
ayudado por sus amigos, María Bonaparte y Ernest Jones, consiguió llevarse la mayor
parte de sus pertenencias a su nueva residencia de Londres: biblioteca,
mobiliario, colección de objetos antiguos. Por este motivo, en la sala que era
el consultorio y el estudio ya no se ven los muebles y objetos originales (el
famoso diván se encuentra ahora en el museo Freud de Londres); en su lugar, se
disponen ahora fotos de la familia, amigos, colegas, artistas contemporáneos y
personajes admirados, junto a las primeras ediciones de su obra. Fotos de
Stefan Zweig, Darwin, Carl Jung, Sarah Bernard, Princesa María Bonaparte, sus
hijos, y del propio Freud con su mirada penetrante y su sempiterno cigarro
(causa del cáncer de boca que sufrió durante dieciséis años).
En una de las salas, donde antes había un trastero, el visitante puede
ver películas de la familia Freud en distintas celebraciones tanto en Viena
como en Londres. El profesor siempre atendido por su mujer y sus hijas, leyendo
en su jardín londinense y cubierto por una manta. Aquí el fundador del
psicoanálisis y una de las figuras más representativas del s XX es un hombre
tranquilo y familiar que les muestra a sus nietos (entre los que se ve al
famoso pintor Lucien Freud adolescente) el estanque del jardín, charla
animadamente con su hermana o mima a su perro.
Freud murió el 23 de septiembre de 1939, solo un año después de tener
que abandonar esta casa de la calle Berggasse donde había vivido y ejercido su
práctica durante 47 años, nunca supo que cuatro de sus hermanas murieron en
campos de concentración nazis.
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