Por Sebastián Muape / sebasmuape@gmail.com
Yo era
Soledad Bargna. A los 19 años se terminaron mis sonrisas. En la mañana del 22
de mayo de 2009, mientras estaba sola en casa, golpearon la puerta, abrí. Era marcelo
pablo díaz, de 40 años; un vecino del piso de abajo. Después de golpearme
interminablemente e intentar violarme, me mató a puñaladas. Grité y grité y
grité, pero nadie llegó a tiempo, sólo mi muerte. Se regó de sangre el piso
sobre el que mi hermana y yo aprendimos a caminar. Un juez, axel lópez, había
dejado en libertad a mi asesino en la mitad de una condena por la violación de
una chica de 15, porque según dijo, estaba preparado para una “adecuada
reinserción social”. Seis años más tarde, lópez va a repetir el error
flagrante, dándole salidas al violador juan cabeza, que a su vez va a asesinar
a Tatiana Kolodziey. El juez, sobreseído; nosotras, muertas.
Yo era
Melina Romero. Me mataron el 23 de septiembre de 2014, el mismo día en que
cumplí 17 años, después de haber ido a festejar al boliche de siempre en San
Martín. Unos conocidos me invitaron a una fiesta en Pablo Podestá, confié y
acepté. Cuatro personas, quisieron violarme. Me resistí en una atroz lucha
desigual, me golpearon hasta la inconsciencia y entonces sí, me violaron todos.
Tardarán veintinueve días en encontrar mi cuerpo, envuelto en bolsas de residuo
en el arroyo de José León Suárez; veintinueve días… Debido a la putrefacción avanzada,
los peritajes no van a servir. Melody, una testigo, como pudo contó lo que
pasó; la enjuiciaron por falso testimonio y porque según dicen, hay
contradicciones en sus dichos. Los cuatro imputados, sobreseídos; mi asesinato,
en foja cero. Sustenté con mi vida, la impunidad.
Yo era
Araceli Ramos, de 19 años, vivía con mis padres. El 30 de septiembre de 2013
fui a una supuesta entrevista de trabajo. Como me citaron por Facebook, no me
pareció muy serio, entonces le dejé una nota a mi mamá (“voy a una entrevista
en Puán 3754, Caseros”). Ahí me encontré con el ex prefecto walter vinader, de
38 años. Nada tuvo de entrevista aquella tarde. Me obligó a grabar un video
(hoy todos pueden verlo) en el que tenía que imputar a su ex mujer y a tres
policías por un asesinato cometido por él mismo unos años antes. Esa era su
venganza contra quienes lo habían metido preso. Me armó un minucioso guión que
respeté al pie de la letra, creyendo con certeza que sería mi seguro de vida. "Soy
Rocío y quiero dejar este mensaje para quien lo pueda ver por temor a terminar
mal o desaparecida", dije con terror. Después de eso me encintó la boca,
me ató con alambres manos y piernas y me estranguló hasta matarme. Como no
contestaba las llamadas, a las 21,30 hs mi mamá fue hasta la casa de la calle
Puán, pero había muerto ya; vinader me estaba envolviendo en nylon y no
respondió al timbre. Me encontraron al día siguiente dentro de un bolsón, en
Crovara y General Paz, La Tablada, a metros de un control policial; me llevó
hasta ahí en remis. Antes de eso, mató a una anciana de 82 años, dueña de la
casa, cuyo cuerpo jamás apareció. Antes de eso y como parte de sus funciones
como prefecto, ordenó la cremación de un convicto muerto de forma dudosa,
compañero suyo, hijo de la misma anciana muerta. Quería quedarse con la casa de
Puán.
Un femicidio
por día durante los dos últimos años. Nosotras tres, igual que miles más, somos
parte de ese número final que no tiene final, sigue creciendo sin paz. Y ellos,
los asesinos, disputando motivos para evadir las penas.
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