Cronistas de a pie

Ser parte, desde cualquier parte

Condena ejemplar*


Quince de abril de dos mil diez.
Ella había escuchado que hoy sería un gran día, uno de esos días que no se repiten a menudo, esos días llamados inolvidables.
Llegó al lugar indicado, a la hora pactada, ni antes ni después, a las once y media ahí estaba. Se fue acercando como quien pide permiso, entre la gente, las banderas, los globos, era una más entre tantos pero se sentía especial, movilizada.
Se acerco tímidamente, sabiendo que había decidido estar, pero a la vez sin saber desde dónde mirar, si aplaudir o no, si llorar o contenerse, ser una simple observadora o acoplarse a los sentimientos mezclados que el día ofrecía.
Buscó el lugar ideal (por lo menos ideal para ella), se ubicó entre la muchedumbre mientras la alcanzaba el calor del sol del mediodía y el fervor popular. Formando parte “de”, se sintió viva. Tuvo, supo, casi como una revelación, que había algo más por hacer, que su presencia allí no era indiferente. Se encontraba plantada en medio del bulevar Oroño de la ciudad de Rosario, frente a Tribunales, entre mucha gente enarbolando banderas con distintas ideologías -aplaudiendo, cantando, riendo, llorando- y ella entendió que sin estar detrás de alguna de esas banderas, era una ciudadana más que deseaba seguir apostando, queriendo, soñando; necesitando una justicia por años demorada, ansiada, reclamada por miles; el derecho a la vida, a la libertad, el respeto al pensamiento libre, poder hablar sin censura, algo que hoy parece sencillo y por momentos no lo fue.
Logró distender el cuerpo y la mente dejando de lado sus preocupaciones diarias, y entregarse a ese día glorioso e importante para muchos, quizás para la sociedad toda aunque no advierta mucho el por qué.
Cuando escuchó “prisión perpetua” y “cárcel común” frente a las pantallas gigantes que colgaban de las bellas palmeras, sonrió entera con el alma colmada, toda su humanidad se volvió más liviana y sus esperanzas renovadas, por ella, por los presentes y por las ausentes.
En ese preciso momento tomó fotos, hurgó en su mente y supo de qué lado sí quería estar parada en esta historia que hace rato empezó a recorrer, a escuchar, a leer, a transitar por distintos lugares, conociendo el pasado argentino que a otros les tocó vivir. Supo profundamente qué es lo que el día de mañana le transmitirá a sus sobrinos y a sus hijos, supo qué es lo que no quiere que vuelva a pasar, NUNCA MÁS.
Entendió que su presencia en ese día histórico, era la presencia de una chica que sin tener fuertes convicciones políticas defiende sobre todas las cosas, el hecho de poder vivir en una sociedad en democracia, hoy, mañana, y siempre.

Por Sabina Monasterolo


* El 15/04/2010, el Tribunal Oral Federal Nº 1 dio a conocer la sentencia del primer juicio a represores de Rosario, por la cual condenó a cadena perpetua y cárcel común a Oscar Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Daniel Amelong, Walter Pagano y Eduardo Constanzo por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar en centros clandestinos de la ciudad y la región.

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