Sin agua no hay vida

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 22 de marzo de cada año como Día Mundial del Agua (Resolución 47/193 del 22 de diciembre de 1992), e invitó a todos los Estados miembros a fomentar la conciencia pública y el cuidado y desarrollo de los “recursos” hídricos. Sin embargo, el agua viene siendo amenazada por los intereses del mercado y sus socios políticos. Las razones que explican esto son varias:

• El agua es esencial para la vida de los seres humanos y de su entorno, o sea que la venta del agua siempre será un buen negocio; más aún con el deterioro de la calidad del agua corriente –para aquellos que sí tienen acceso- sea por la contaminación o salinización de las napas.
• El agua no es un recurso inagotable -del volumen total de agua en la tierra sólo el 2.5% (alrededor de 35 millones de km3) es agua dulce- y permanentemente crece la demanda a causa del “desarrollo” económico y en menor medida del crecimiento poblacional.
• El ciclo del agua se encuentra amenazado por el calentamiento global. Se presume que los cambios se dejarán sentir especialmente en la falta de suministro de aguas locales, incluso en áreas que se verán impactadas por el rápido derretimiento de los glaciares, como los Andes, lo que pondrá a miles de personas en riesgo al no contar con suficiente agua para el verano. Entre otros.
Estos motivos llevan a las empresas multinacionales a inmiscuirse en diversos eslabones de la mercantilización de este bien común. Entonces, podemos ver cómo dos empresas francesas, la Vivendi Universal -con presencia en 90 países- y la Suez -en 130 países-, poseen el manejo y la rentabilidad de los servicios del agua. Esto es consecuencia de que los gobiernos de todo el mundo -incluidos los países desarrollados- están abdicando de su responsabilidad de tutela de los recursos naturales a favor de las empresas, con la excusa de mejorar la provisión del servicio. Si bien a esta altura está demostrado que el control de la empresa privada es muchísimo más dispendioso e ineficiente que el ejercido por el sector público. Se especula que en los próximos años, unas pocas empresas privadas poseerán el control monopólico de casi el 75% de este recurso vital para la vida en el planeta.
Otro eslabón del negocio se vincula con la privatización por embotellamiento de agua. Cuatro transnacionales (Coca Cola, Pepsi Cola, Nestlé y Danone), controlan gran parte de este proceso. Estas compañías y sus filiales obtienen agua mediante subsidios estatales asombrosamente generosos y la venden en botellas de plástico a mil o diez mil veces lo que les costó conseguirla. Se considera que entre 1970 y 2000, la venta del agua creció más de 80 veces. En 1970 se vendieron en el mundo mil millones de litros. En 2000, 84 mil millones. Las ganancias fueron de 2.2 mil millones de dólares.
Ojalá el negocio terminará ahí. Compran territorios y biorregiones donde existe agua dulce de fácil extracción y generan mecanismos para obtener un marco legal para dicha comercialización o uso.
Santa Fe no es ajena a esta realidad, a fines del 2008 el diario La Capital publicó: “Una empresa quiere vender agua del río Paraná a países del Caribe” y escribe sobre cómo la exportadora Makhena (con sede en Miami y sucursal en Buenos Aires) ofrece por internet "Agua del río Paraná" a países sedientos. Asimismo relata sobre una denuncia realizada en la Provincia de Entre Ríos donde se extrae agua termal para la venta "sin pagar nada".
Se preguntarán qué tiene de malo compartir el agua, ya sea que este intercambio se produzca en el país o con el exterior. Lo cierto es que compartir no tiene nada de malo. Lo que está mal, es que algunos hagan negocios con lo que nos pertenece a todas y a todos y sobre todo lo que le pertenece a la naturaleza.
Quienes se apropian del agua con fines mercantiles violan los derechos de soberanía nacional y los derechos de un pueblo a vivir dignamente; porque como dijimos al comienzo, no hay vida sin agua.

Por Laura Moya



Las cifras fueron extraídas del sitio web de Eco Joven y del Taller Ecologista de Rosario

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