SLÁN
FO FÓILL
DESPEDIDAS
Por
Ana Guerberof
ana.guerberof@gmail.com
Desde
Irlanda
Esta es mi
última crónica desde Irlanda y ¡me dejo tantos temas en el tintero! Les quería
contar de esta isla dividida políticamente, de Irlanda del norte y su capital,
Belfast. Se podría hablar de la historia reciente, de los llamados eufemísticamente
“Troubles” (literalmente “Los
problemas”), cuando se producía el conflicto entre católicos y protestantes que
duraría más de tres décadas y que finalizaría con la firma del Acuerdo de
Viernes Santo en 1998. Aunque este período violento comienza con la lucha de
los derechos civiles de la población católica en los años 60, el conflicto real
tiene su origen en los casi ocho siglos de dominación inglesa. Tras la lucha
por la independencia, se firma el tratado anglo-irlandés en 1921, y el Reino
Unido exige a cambio que los seis condados del norte sigan perteneciendo a la
corona. En ese momento la población protestante es mayoritaria y Belfast es un
puerto importante y rico, de gran interés para los británicos. Afortunadamente,
les explicaría, el panorama ha cambiado desde el proceso de paz y la zona crece
gracias a inversiones recientes a la par que se percibe un ligero acercamiento
entre la población, sobre todo entre los más jóvenes. Sin embargo, aclararía, el
sectarismo sigue latente y no parecen haberse derribado todos los muros (aún se
puede ver el muro que divide a los dos sectores en Belfast). Es difícil no
ponerse del lado del que percibimos como víctima en manos del “colonizador”,
pero no es menos cierto que el enfrentamiento alcanzó picos de violencia en
ambos “bandos” y que en la actualidad ambos mantienen, en ocasiones, posturas
enfrentadas. Me recuerda, matizaría, al conflicto racial en Estados Unidos. Los
derechos son los mismos pero los comportamientos, no. Poco a poco el acercamiento
por aficiones y afinidades (más saludable) le gana el pulso a la segregación
impuesta por color, religión u orientación política pero se necesita tiempo. Irlanda
del norte ha recorrido un camino que hasta hace una década parecía imposible,
un camino que favorece escucharse sin anteponer las ideas preconcebidas sobre
el otro. Y concluiría diciendo que quizás hayan decidido que no son inmortales
y que el mejor legado es el de la reconciliación.
Les contaría
también sobre el irlandés, As Gailge,
un idioma celta que es la lengua oficial de esta república aunque sufra los
embistes constantes del inglés (también lengua oficial). No es fácil competir
con una lengua franca que además abre tantas puertas laborales en un país donde
la emigración económica es moneda corriente. La historia de un David contra
Goliat, como le sucede al catalán, gallego o euskera en España, o los idiomas
indígenas en Argentina, idiomas que deberíamos defender pero sobre todo
aprender a escuchar. Los idiomas, evocaría, son como la música y nos explican
características de una cultura aunque todos sepamos que la evolución conlleva,
a veces, la desaparición de algunos. Les diría que no
entiendo el irlandés pero que cuando lo escucho, con esas tes y des tan
marcadas (que incluso se dejan sentir en el inglés hablado en la isla), me
recuerda a las olas pegando contra las rocas en la costa. El mar y las rocas,
dos realidades tan presentes en esta isla.
Les hablaría
de las despedidas y que en irlandés Slán
go fóill significa literalmente “salud hasta más tarde”, como un hasta
luego o hasta pronto nuestro. Es una buena manera de despedirse porque se desea
salud a la persona pero al mismo tiempo se anticipa un reencuentro. Es una
despedida con cierto optimismo. Les confesaría que a mí me cuestan bastante y
nunca consigo sentir o expresar lo que requiere el momento, por un simple mecanismo
de defensa.
En fin, les
quería contar tantas cosas pero se me acaba el tiempo y el espacio. Volveré
desde España donde el ambiente está bastante caldeado y lleno de noticias que contarles.
Hasta entonces… Slán go fóill, ¡Salud
para todos!
Me encantó "...idiomas que deberíamos defender pero sobre todo aprender a escuchar..."
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