Claudia la solitaria
Por Alejandra Tenaglia
A Claudia le gusta ir a los bares sola, a mirar pasar gente, pensar, leer el diario. No obstante logré sentarme con ella, claro está, sorprendiéndola. Le comenté de esta columna y le pedí que me cuente sobre las cosas que le molestan. Ahí fue cuando levantó una ceja más que otra y creí que me echaba. Pero no, sonrió desganada y comenzó su relato.
Mirá, a mí me molesta el humano, así como te lo digo, la gente en general me cae fatal. Por eso me relaciono lo menos que puedo, todo acotado a las necesidades que me impone el trabajo y la convivencia social, pero fuera de eso prefiero la soledad. Ojo, tampoco te digo que paso las veinticuatro horas sola. Pero todo debe darse en su justa medida, y ahí es donde la gente se excede. Si invitás a alguien a almorzar, que almuerce y se vaya, vos no lo invitaste a dormir la siesta ni pasar toda la tarde en tu casa. Si volvés con un tipo de un bar a las 4 de la mañana, no significa que esté habilitado para desayunar con vos. Que haga lo que tiene que hacer y sepa que luego tiene que desandar el camino hacia su auto. Si vas a la peluquería, que la profesional de turno se aboque a dejarte el pelo divino y hacer comentarios que ronden el mismo asunto, no que te quiera averiguar la vida entera más la de todos tus parientes. Si te subís a un taxi, que te pregunte: ¿dónde va? ¿Subo o bajo la calefacción?, y después que cierre la boca. Qué le importa si hablabas por teléfono con tu mamá, tu hermana o tu empleada; si estás seria porque no vas a poder cubrir un cheque en el Banco o te enteraste que tu novio te viene corneando hace dos semanas o estás concentrada en controlar el esfínter porque te agarraron unas ganas espantosas de ir al baño. Si entrás a una pilchería, que la chica se limite a darte lo que le pedís con la seriedad correspondiente, sin necesidad de que te repita todo el tiempo “negri”, “gordi”, “flaqui”… Quién la habilitó para ponerte un apodo y encima aplicarle el diminutivo. Y además de hablarte como se debe, ¡que no opine si no le preguntás! Y si le preguntás, jodete por tonta, porque ella quiere vender y además está sujeta a la ley de que el cliente siempre tiene la razón, o sea que si dijo: el rojo te queda genial, y vos le afirmás que mejor te queda el verde, es lógico que salga rajando a buscarlo y del rojo no diga ni una palabra más.
¿Sabés qué otra cosa me molesta mucho?, la gente que se propone cambiarte. Esa gente, que se siente especialmente influyente, capacitada para instruirte sobre los pliegues de la vida, convencida de que es mejor que te des cuenta de esto y aquello… Y encima se hacen autopublicidad afirmando por ahí: soy la primera persona que se le plantó y… Por mí, no sólo que se planten sino que echen raíces así no te persiguen más. ¿Quiénes demonios se piensan que son? Como si cada uno ya no tuviera su propio infiernito para construirse día a día. Como si uno no supiera que tiene defectos, partes horribles, cosas por descubrir y caminos por transitar. ¿Por qué no se concentran en sus vidas y se dejan de subestimar la autocrítica de los demás? Deberías adelgazar unos kilitos, hacer más deporte, salir un poco más, cambiarte el color de pelo, organizarte de otra manera… Te digo la verdad, me enferman. Siempre buscándote la falta en vez de valorar, disfrutar y aprovechar lo bueno que tenés. Eso lo leí en un libro y me quedó grabado. Un personaje le dice al otro: ¿Por qué no trata de aprender lo que puedo enseñarle en lugar de demostrar lo mucho que no sé? Para eso tiene que servir el intercambio, para nutrirte de lo bueno y dejar de joder al otro en todo lo demás. Imaginate, sería bárbaro, porque todos estaríamos siempre mejorando y no perdiendo el tiempo molestando a los demás. ¿O me equivoco?
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